Apiensos

Espacio para el debate de ideas y otros contubernios

jueves, mayo 06, 2004

La mochedumbre tapatía: ¿una posmodernidad sui generis, o entre la ética, la estética y la política?


Mochedumbre: (adj.) dícese de aquellas personas que tienen una visión moralina, y que demás pretenden imponerla sobre los demás, a manera de guía iluminadora del camino de la bondad, la belleza, y de todo aquello que es correcto; (adj.) carácter de cierto sector de la población de la Zona Metropolitana de Guadalajara (véase también, Mochos).


Los hacedores de las buenas conciencias tapatías han tenido unos meses muy ajetreados últimamente. Esto ha llegado al grado de que ya resulta imposible tanta mochedumbre. Es [vergonzosamente] indicativo de ello la cantidad de pseudo–debates y semi–polémicas que levantaron tanto «la píldora del día después», como el filme de Mel Gibson, La Pasión de Cristo. Desde Foro al Tanto hasta La Cocina y Algo Más, no había programa televisivo realizado en el terruño, en el que no se discutieran ambas cuestiones, ya sea para apoyarlas, ya sea para condenarlas (yo estaba de vacaciones y me la pasé viendo la tele, así es que digo esto con conocimiento de causa). Con respecto al uso de la píldora, casi siempre los debates terminaban con una fuerte condena. En lo que refiere a la reciente película de Gibson, la conclusión casi siempre giraba alrededor de la necesidad de ir a verla para aprender del sufrimiento de nuestro señor y del mensaje de amor que éste (desde Jolibud) nos brindaba (aunque si uno mira con ojos más bien perversos esa película, al quitarle las referencias cristianas nos queda una oda a la violencia, e incluso al asesinato inducido, pero de eso nadie habla). Era penoso ver al delegado de PROVIDA en Jalisco, achichincle de Serrano Limón, satanizar el uso de la citada pildorita, y luego, en otra emisión televisiva, promover la película de Gibson.
Como colofón a esta serie que, desde los medios, se ha esforzado en dictar el contenido del buen hacer tapatío, hoy (5 de mayo) tuve la desgraciada oportunidad de ver en televisión a Miguel Angel Collado (Noticieros Televisa) "debatir" acerca de arte con Santiago Baeza (director de cultura en el municipio de Guadalajara). Resulta que desde la dirección de actividades culturales de la Secretaría de Cultura se ha venido impulsando un programa llamado Urbanizarte, el cual gravita, en lo fundamental, en el apoyo a los artistas locales para sacar el arte a las calles. De este programa se deriva la instalación/intervención titulada "Patriotas", realizada por Claudia Rodríguez, la cual consistió en colocarles unos vistosamente anaranjados hula-hula a las estatuas de los niños héroes. Pues bien, el "debate" entre Collado y Baeza fue precisamente en torno a la «falta de respeto» que implicaba esta intervención. No recuerdo exactamente las palabras de Collado. Lo que sí recuerdo es su indignación (que según él representaba el sentir de la sociedad tapatía) ante «tan alta afrenta a la memoria nacional». De «atentado contra la estética» calificó Collado a la instalación hecha por Claudia Rodríguez. Ahora resulta que los hacedores de las buenas conciencias tapatías también dictan lo que es bello, estético, bonito pues. Asumo que para indignarte de esa manera, has leído todo, desde Kant hasta Gadamer y otros, por lo que te pregunto: Collado, ¿quién te convirtió en el portavoz del gusto tapatío? ¿Desde cuando dices por televisión lo que a la sociedad tapatía (de la cual, aunque no te guste, yo también formo parte) le gusta y no le gusta con respecto al arte?. Cuando vi las figuras de los niños héroes resemantizadas en un contexto más lúdico (y haciendo referencia al día del niño) me resultó gratamente sorprendente que, desde la institucionalidad vigente se estuvieran fomentando las avanzadas artísticas: que existiera una apertura para las expresiones incitadoras, para las nuevas formas de mirar lo estético. Pero no, por gente como Collado (y otros), primó la represión sobre la libertad de expresión. Predominó la mochedumbre sobre la creatividad y las propuestas alternativas. ¿Acaso las políticas culturales locales se dictan desde El Yunque? (de hecho, esta «afrenta» le costó el puesto a Francisco Lozano, ex titular de la dirección general de actividades culturales de la S de C). Por eso aplaudo la acción de Helmut Kohl, director del Haus der Kunst, al colgar afuera de su changarro un par de los hula hula que hasta donde sé, fueron removidos.
Con todo lo anterior se pone de relieve cómo el fuego inquisidor de la mochedumbre tapatía, avivado por los hacedores de las buenas conciencias, se atraviesa por los dominios de la ética la estética y la política. Ello desde una curiosa hibridación muy posmoderna de la modernidad y la tradición. Me explico: en la tradición, la fuente de los saberes abrevaba del espiritualismo omniabarcante de la religiosidad y del misticismo (había casi como un coágulo metafísico en el que todo el saber estaba fusionado). En la modernidad, el saber se fragmentó en distintas esferas (i. e. la ética, la estética, la política) que se convirtieron en campos autónomos, dominados por la razón. En la posmodernidad se habla del traslape de estas esferas del saber, de un descentramiento del sujeto, de una imbricación entre lo privado y lo público (¿acaso Urbanizarte no pretende sacar el arte del ámbito privado de las galerías y las élites, y llevarlo a la calle, hacerlo público?). En síntesis, estamos frente a la politización/estetización/etización de la subjetividad. Pero más importante aún, estamos ante la subjetivación de lo político, lo estético y lo ético: el ámbito de la vida cotidiana se convierte así en un campo estructurante del actuar político, en un horizonte ontológico en el que la subjetividad es política (i. e. la apatía y el desencanto también son actuares políticos). En este contexto, la híbrida y sui generis posmodernidad en la que están inmersos los hacedores de las buenas conciencias tapatías funde malabarísticamente la tradición con la modernidad: no se soporta que se le coloque un hula hula a los niños héroes (por un nacionalismo rancio y anquilosado), pero sí se fomentan películas que por lo sangriento casi rayan en lo pornográfico (La pasión). Casi se excomulga a las mujeres que usen la píldora del día después, y al mismo tiempo se tolera y fomenta el machismo más exacerbado (i. e. a una mujer que anda de cama en cama se le piensa como una vil puta, mientras que al hombre que hace lo mismo se le piensa como un cabrón [como un plus para su hombría] hecho y derecho). En fin, por lo menos yo ya estoy hasta la madre de tanta mochedumbre. Deberíamos hacer algo con aquéllos y aquéllas que promueven las visiones estereotipadas acerca del ideal del deber ser tapatío (i. e. Miguel Angel Collado). Por mí, que vistan de payasita a la Minerva. Porque a veces, alguien vestido de payaso dice cosas más interesantes y certeras que aquellos que se ajuarean de traje y corbata ¿no?. Por cierto, yo ya puse un par de hula hula en la ventana de mi casa.


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