Apiensos

Espacio para el debate de ideas y otros contubernios

domingo, octubre 24, 2004

Reflexiones sobre el apego

-El desapego es la autorización que le damos al universo para que haga las cosas de la manera que más nos conviene.

-El apego a los resultados es la falta de confianza en el poder superior y la necesidad de control.

"La vida es el juego interminable en el que se nos va ella misma"

Lety

viernes, octubre 15, 2004

Biografía(s)

Damián es mi mejor amigo. Lo conozco desde que éramos pequeños. Entonces yo llenaba mis soledades infantiles de hijo único prendiéndole fuego a los juguetes que me regalaba mamá [era fascinante cómo las hormigas huían para evitar el plástico derretido sobre sus lomos]. Pero cuando Damián llegó ya nunca más estuve solo. Hacíamos todo juntos: íbamos a la escuela, jugábamos por las tardes, conversábamos tirados de panza en el césped. Fuimos creciendo, siempre juntos. Aunque hubo un tiempo, cuando ingresé a la secundaria, en el que casi no lo veía. En aquél entonces me hice de otros amigos, y Damián se distanció un poco. Luego, ya en la preparatoria, su presencia se hizo más frecuente. Sólo que ahora era se había transformado en alguien más violento: ya no le bastaba reventar mininos a base de alka seltzer. Ahora agredía personas. A mí eso no me gustaba de él. Pero era mi amigo y lo aceptaba [él siempre estuvo ahí, y yo le debía tanto]. Es muy inteligente, y siempre se había salido con la suya, hasta que se le pasó la mano con aquella señora, Esther, creo. Terminó por matarla a golpes. Nadie me cree que fue él. Dicen que Damián vive sólo en mi mente, e insisten en tenerme aquí, encerrado, atado. Ellos creen que me tomo la medicina que me dan, pero no tienen idea. Ups, creo que logré zafarme un poco. Sí, mi mano está libre. Que bueno, porque ahí viene la lindísima enfermera con esas ricas pastillitas azules. Se parece tanto a mamá. Le sonreímos.

Rencoria

sábado, octubre 02, 2004

Mi señor impetuoso

Al recordar la primera vez que te vi,
he vuelto a sentir las mismas emociones.
El encuentro fue anhelado por mucho tiempo y por fin
ahí estabas, frente a mí, majestuoso e imponente
no podía dejar de contemplarte.

Escuchaba un murmullo subyugante,
que hechizaba los sentidos y acariciaba dulcemente.
Un susurro embriagador, cual latido apasionado
suavemente arrullador como el amoroso abrazo.

La penumbra de la aurora llegó,
enmarcando una danza con el viento
en bruma y espuma,
en olanes y encajes
en un vaivén rítmico,
en una oscilación armoniosa.

Calor y luz se acercaban,
sus colores los delataban
azul, rosa, lila, amarillo, naranja …
se unieron a la danza,
al compás cadencioso de una sinfonía voluptuosa.

Así en cada encuentro, mi Señor impetuoso,
haces sentir tu fuerza y tu suavidad al mismo tiempo,
eres abismo y misterio,
eres el Mar profundo y el inmenso Océano…

Por Heda

domingo, septiembre 26, 2004

Opened

filo herrumbroso
certero redentor
deslizándote lento
tiñendo de púrpura
todo con tu rastro
de caracol perverso

eres óbolo místico
para un Caronte incierto
Tueris frente a Hel
Seker ante Akma
Ixtab bendita
o ingenua Bhadrakali

surcos abiertos
en diagonales pares
que me destilan lento
una gota cae, otra
bienvenido el sueño
por fin, opened

Rencoria

martes, septiembre 21, 2004

Farenheit 9/11

Por fin, después de un largo y resfriado fin de semana, ayer tuve oportunidad de ir al cine (hubiera querido ver Novo el viernes, pero la gripe me lo impidió). Como podrán imaginarse [sobre todo los dos o tres lector@s que me conocen], estaba indeciso entre Alien contra Depredador y Farenheit 9/11 (al fin y al cabo, intuía que ambas versarían acerca de lo mismo: «…gane quien gane, nosotros perdemos»). Por lo tanto, dejé la salomónica decisión en manos de LaClau. Así, a pesar de mi resistencia, entramos a la sala seis [una vez más pido disculpas por mis carcajadas a los que tuvieron la desgracia de asistir a la función de diecinueve cuarenta y cinco en los Lumiere de acueducto], donde proyectaban Farenheit 9/11 (sí, soy el naco que quería ver a Alien. Lo siento, pero en el mundillo deathmetalero de mi época, cuando yo era un rockstarcillo, había un cierto fetiche por H. R. Giger. Además, Adam Jones de Tool ayudó en el diseño de la dichosa figurita, so…). Aclaro que aún no sé si me gustó lo que vi. En lo que sigue trataré de explicar por qué.

Primero lo primero. Justo a la entrada de la sala había un cartel/fotomontaje en el que es posible observar a Moore tomado de la mano de Bush. Ambos están sonrientes y parecen ser los mejores amigos: caminan por un bonito y amplio jardín, teniendo como fondo un cielo tranquilo y azul y la Casa Blanca. La primera (y evidente) lectura que se deriva de lo anterior indica que el autor del filme está sacando a Bush de la Casa Blanca. Pero insisto, esta es la lectura que se impone. Puede haber otras, como veremos más adelante.

Con respecto al documental en sí, puedo decir que éste cumple con creces con su objetivo: poner en evidencia la soberana estupidez de Bush. En este sentido, uno de los momentos de mayor sublimación, a mi modo de ver, es aquella escena en la que le avisan al presidente de la nación más poderosa del mundo que ésta está siendo atacada. Ante tal aviso (frente a bunch of kids), el pobre señor se queda sin idea alguna, con la mente en blanco, en la baba, pues. Sólo le faltaban unas orejitas de burro para completar el cuadro. Luego de casi diez minutos de «ausencia» (no se explicarme mejor), Bush toma un librito de recortes, lo hojea, y, finalmente, para recuperar la mirada perdida, decide poner atención a la canción entonada por los párvulos que tiene enfrente. En fin, no quiero contar la trama, ni tengo nada que objetar con respecto a la hechura del documental. Me parece redondo en cuanto a forma y contenido y merece todos los premios que la hayan dado y los que le vayan a dar. Vayan a verla.

Lo que sí, es que al salir de la sala, y luego de burlarme un poco de la señora que a dos butacas de distancia de la mía intentaba disimular el llanto, sentí una desazón que no me permitía juzgar si en realidad el documental me había gustado, o no. Como era previsible, todos mis sentimientos antiyanqui se removieron a más no poder (sentimientos que en realidad no son muchos: me calzo con botas de la American Eagle, mis pantalones son Levi´s u Old Navy, mis T-shirts preferidas son las de letreritos de la HotTopic, utilizo el Hotmail y busco en Google, so, I´m the biggest hypocrite). Hasta me acordé de una conferencia que dio en mi escuelita la coordinadora en México de la campaña de John Kerry y hasta ganas de ser demócrata me entraron (aunque, pensándolo bien, históricamente, quizá desde antes de 1848, la facción demócrata ha sido la que más nos ha fregado ¿qué no?). Ya he mencionado el detalle del cartel a la entrada de la sala. Quizá esto pudiera ser insignificante, aunque creo que también puede ser una clave para acceder a otra lectura [más perversa y literal] del laureado documental: la de que, en última instancia, Moore no está sacando a Bush de la Casa Blanca. Más bien es Bush, sonriente, quien, después de haber ganado las elecciones, conduce a Moore lejos de su vista. Aclaro que ni por equivocación quiero decir que ese sea el objetivo de Moore (la lectura retorcida del cartel es totalmente mía). Más bien, pareciera que ello es un resultado inesperado de sus acciones, o sea, que a Moore se le voltió el chirrión por el palito [cosa no poco frecuente en el hacer humano: por ello las ciencias sociales son incapaces de convertirse en ciencia predictiva].

Para sustentar lo anterior recurro al primer post que pegotee en este blog. En aquél señalaba que siempre es necesario recordar que aún la acción más subversiva puede estar legitimando un orden: aquellos que se piensan radicales, contraculturales, marginales, fuera del sistema, etc., tal vez sólo estén reforzando las dinámicas de una arena [política] institucionalmente reificada y anquilosada. En este sentido, cabría preguntarse en qué medida Moore está cumpliendo con su objetivo inicial: sacar a Bush de la presidencia, o en qué medida está, más bien, contribuyendo a movilizar fuerzas para cimentar en mayor medida su reelección. Digo, si Bush ya una vez uso el monstruoso aparato gubernamental para ganar las elecciones anteriores (como ya bien lo puso de relieve Moore en su documental) ¿no es posible que lo haga otra vez? ¿Acaso no podría estar generando [Moore] con su hacer una reacción masiva del ala ultraconservadora que, en última instancia es la que ostenta el poder (i. e. New American Century)? (Véase por ejemplo una contribución mía en el site de ApistemA, titulada: «Cuando el destino (manifiesto) nos alcance»).

Basta recordar que faltan alrededor de seis o siete semanas para que se lleven a cabo las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Recordemos también que Moore renunció al Oscar cuando decidió transmitir su documental en la televisión nacional gringa. Si por algún extraño mecanismo, el mencionado documental está provocando una reacción inversa a la que buscaba originalmente…uf, uf y recontrauf. Si no estoy mal enterado, algunas encuestas realizadas por medios tales como Los Angeles Times, The Economist, The Washington Post Gallup y otros, demuestran, de entrada, que hoy día Bush tiene más posibilidades que Kerry en la carrera para llegar al trono del imperio. De hecho a este último (a Kerry, no al Imperio) se le ve desencajado, con el ánimo un poco perdido, demasiado solemne. Mientras Bush se nota jovial y alegre, como sintiéndose ya con el reinado en el bolsillo. Imaginen si Bush (el presidente de la guerra —como el mismo se autonombra—) se reelige: es casi seguro que los próximos objetivos de su peculiar política exterior podrían ser Irán y Corea del Norte. Pero éste último no es cualquier cosa y segurito que sí le enseña los dientes al Imperio (ingenuos Hardt y Negri). En este sentido, el panorama se vislumbra bastante turbio: más coaliciones por la paz; el derecho internacional violado; la ONU vituperada como payaso de rodeo; cientos y cientos de civiles y marines muertos; torturas como las de Abu Ghraib, y una larga lista de etcéteras. Como decía al principio: aún no he visto la de Alien vs Depredador, pero parece que su eslogan condensa lo que se avecina: «gane quien gane, nosotros perdemos». Terror begat terror. Una vez más, Zizek aludiendo a The Matrix ofrece una buena coda para cerrar este post: Welcome to the Desert of the Real….

Canción del SOL

Párate de frente al sol,
Escucha su canción:
Voces suaves, dulce voz
Me ilumina donde voy,
Nada limita mi ilusión,
Porque tengo el amor de Dios.
Sea siempre su voz mi canción,
Que alabo día a día entre los rayos del sol,
El amor de mi padre Dios.
No me detengo si triste estoy,
El viene conmigo donde voy,
Tengo su mano que me guía
Y me alienta, su hija soy.
Dame tu luz, que no hay otra igual
Que es ternura que acaricia;
Donde llego a descansar,
Porque es tu amor la suave brisa que yo bebo,
Si yo soy lo que tengo,
Soy de Dios cuanto sueño,
Es su voz que sigo con amor,
El amor de Dios,
Dame siempre lo que soy
Si contigo estoy Señor.


AMUCHEV

sábado, septiembre 18, 2004

Hay amor que dulce y suave eres

Que penetras hasta el fondo de mi corazón

Sin miedo, sin dudas, sin dolor

Solo veo tu brillo, tu ternura y tu pasión

Mezcla suave y homogénea

Que derrama un resplandor

Tan único, especial e incomparable

Que no envidia la belleza de una flor



Si palabras yo encontrara

Que pudieran describir

El torbellino de emociones

Que tú me haces sentir

Un pergamino llenaría

Narrando mi vivir

Pero inútilmente he buscado

Mis sentimientos traducir



No existe en el diccionario

Lo que yo siento por ti

Y es que amar se queda corto

Cuando se trata de ti

Es mucho más que eso

Lo que me lleva a existir

En este mundo sin igual

En que a ti te conocí



Porque Dios me ha premiado

Con un ser maravilloso y sin igual

Que si me hubieran preguntado

¿Donde existe alguien así?

Sin duda habría contestado

Inútilmente lo buscáis aquí



Pero no salgo de mi asombro

Cada día que te miro

Pareces un ser humano como otro

Pero dentro de ti existe un ser

Increíble y singular

Que me brinda su amor incondicional

Un amor puro y sincero

Que nunca nadie me pudo dar



Por eso te amo mi amor

Con este amor particular

Que nunca sentí por nadie

Y que mi rostro no puede ocultar

Este amor único y exclusivo

Que a pulso te supiste ganar

Por eso te adoro y me entrego a ti

Por eso te extraño cuando tú no estás aquí



Lety


miércoles, septiembre 15, 2004

Reflexión

Cuando tenemos dudas, malentendidos, enojo o sentimientos
de malestar con la
persona que amamos, nuestro amor se pone en pausa, pues
esos sentimientos no
pueden coexistir con el amor.

Lety

miércoles, septiembre 08, 2004

Una fecha especial

Una fecha especial, una fecha importante.
Muchas personas que conozco suelen decir: “me olvidé de tu cumpleaños”, “sé que nos conocimos en julio, pero no recuerdo el día”, “¿aniversario? Ups! Todavía tengo tiempo de ir a la florería”… y frases por el estilo para justificar “la perdida de memoria” sobre fechas especiales. En cambio para mí, recordar es importante, porque es volver a vivir un momento, revivir una emoción y confirmarle a una persona cuanto me importa.
Hoy es uno de esos días importantes, en un día como hoy te conocí; en un día fechado 8 llegaste a mí y mi vida cambió.
Nunca olvidaré nuestro primer encuentro. El ambiente era tenso, ambiguo y artificial, ah, pero eso si muy respetuoso ¡nos hablábamos de usted!
Como si fuera ayer recuerdo que no utilizamos las trilladas frases “estudias o trabajas”, sino que intercambiamos ideas acerca de la vida, el amor, la pareja, la familia… Palabras y frases que fueron descubriendo poco a poco lo común, lo compartido y lo deseado.
Todavía no escuchábamos el tú, cuando ya nos habíamos aceptado, y el usted se cambió por “mi amor”; al mismo tiempo surgía la necesidad de escucharte, de verte, de sentirte.
La magia no se ha perdido, los sentimientos aquí están y aun queda mucho camino por andar, que recuerdo muy bien inició en un día como hoy…

lunes, septiembre 06, 2004

Amor

«De esas pulgas no brincan en tu petate, Panzón» —decían todos cuando me sorprendían espiándote. «Esa es una puta de las caras, y tú no eres más que un bicho insignificante. Mírate en el espejo, pinche nerd: ¡pareces un sapo!». Se burlaban tanto de mí sólo porque te amaba (no eras una obsesión: yo te amaba de verdad). No entendían, no veían más allá de la miope inmediatez de su vida de misa dominical y de reuniones moralinas en casa de la abuela. No comprendían que, en el fondo, lejos de todo ese aparente glamour (eras como un misterio con tus zapatos a veces rojos, a veces azules), fuera o por detrás de la belleza inmensa que te elevaba sobre todos nosotros, pinches nacos de barrio, tú eras otra cosa: una especie de perversa virginal cuyas miradas sucias provenían de los ojos más bellos sobre la tierra. Lo siento, no lo puedo explicar mejor. No imaginaban que por eso mismo que ellos llamaban putería (y que para mí era la esencia de tu encanto) tú eras capaz de fijarte en un pobre idiota como yo. Yo sabía que por dentro (y ahora lo sé de cierto) eras buena, dulce, casi un ángel. Es verdad que a diario me hacías sentir como si no existiera, como si fuera un fantasma. Me aniquilabas con tu indiferencia. Hasta hoy. Ahora estás recostada en mi cama, envuelta en una dulce calidez casi pegajosa. Mientras beso el tatuaje en tu tobillo —y recorro con el índice este otro que recién descubrí en tu espalda— confirmo que ambos contrastan deliciosamente con el halo de inocencia que enmarca tu rostro. Me costó un poco de trabajo saber que realmente eras bellísima por dentro (mis manos son muy torpes, lo siento). Carajo, cómo me gustaría poder romper este inútil monólogo y que me escucharas. Pero necesitaría levantarme, separarme de ti e ir a sacar tu cabeza del refrigerador. Y la verdad es que se está tan bien aquí a tu lado (la sangre aún está tan gratamente tibia), que…

miércoles, septiembre 01, 2004

"Permítame, Sr. Presidente"


"el primer acto es un hombre desnudo.
una explosión colectiva de risa
atrae la mirada del reflector.
la gradería está repleta:

de payasos"

Luis Chaves. Espejos (fragmento)


Era de esperarse. El 4º informe del estado que guarda la administración pública de México fue un circo divertidamente estupendo. Y creo que el verso del poema de Chaves con que se abre este texto condensa, en buena medida, la lógica mandibulinesca en la que se vio [y se ha visto] inmerso nuestro querido Presichente (para quienes debido a su juventud no lo recuerdan, Mandibulín era un personaje surgido de la retorcida mente del dúo dinámico compuesto por Hanna-Barbera. El monigote en cuestión era un gigantesco tiburón blanco que tenía una terrible voz aflautada y se regía casi siempre por una cobardía absurda. Su frase favorita era: «ya nadie me respeta». Resuena ¿verdad?). Luego de la toma de postura de las [seis] distintas bancadas partidistas, fuimos testigos de cómo una Comisión de Cortesía literalmente «arreaba» a Vicente hasta el recinto del Congreso en San Lázaro: parecía que el presidente intuía lo que iba a suceder unos minutos después, porque hasta se jaló una sillita y se puso a «comentar el punto» con la vistosa Comisión, como para «hacer tiempo». A lo mejor Vicente ni siquiera tenía ganas de ir.

Luego del lujoso trayecto minibusero que experimentó la caterva de cortesía, y con su entrada triunfal al recinto, Vicente tenía todo bajo control. Aplausos, saludos, abrazos. Todo al por mayor. Hasta la lluvia parecía haberse puesto de su lado [recordemos que buena parte de los últimos informes han estado pasados por agua]. Todo era como un eufemismo de aquella pantomima del 2 de julio del 2000: el triunfalismo hacía acto de presencia y poco a poco se transminaba al ánimo del pueblo. Pero no era más que eso: una pantomima. Como una metáfora de los cuatro años del (des)gobierno foxista, al subir Vicente al foro [quizá] más importante de la República, lo que se observó fue cómo su botuda gallardía se transformaba en la desdibujada figura de un presidente que parecía estar ausente, debilitado moral y físicamente [o desnudo, como lo anuncia el verso de Chaves]. Y se le notaba en la voz: no pasaron un par de frases sin que Fox trastabillara:

Comparezco ante esta Soberanía para cumplir la responsabilidad que señala el artículo 69 de nuestra Constitución, de rendir cuentas sobre el estado que guarda la administración pública del país. Hago entrega del Informe escrito y sus anexos, que detallan los resultados de este año de gestión. En este mensaje me referiré únicamente a los aspectos más relevantes( ejem, ejem). Al asumir la Presidencia de la República, incorporé a mi propuesta de gobierno las aspiraciones democráticas de la sociedad, profundizar en la democracia. El mandato ciudadano que recibí fue muy claro: avanzar en la construcción de un país que tuviera como ejes la independencia de los poderes y el fortalecimiento del orden jurídico (tragito de algo amarillento que, desde mi perspectiva, no era agua).


Y ¡zas!, comenzó la primera de 36 interrupciones (por lo menos esas fueron las que alcancé a contar). Desde gritos tales como: «Se ve, se siente, la patria no se vende», hasta «No al desafuero» o «López Obrador» [voz ante la cual Vicente no pudo reprimir una casi imperceptible mueca de algo como el asco], hasta improvisados carteles que ofrecían medalla de oro a la mentira más rápida. Total, hasta Manlio Fabio Beltrones, recién estrenado presidente de la Cámara, se dio el lujo de interrumpir autoritariamente al presi: «permítame, Sr. Presidente» —¡lo calló!, Ja . Rato después, no cabe duda que la gradería del recinto de San Lázaro no estaba llena más que de payasos. En fin, cabe aclarar que no quiero demeritar los logros [si es que hay alguno más o menos decente] del mandato de Fox. Tampoco quiero discutir [por lo menos hoy, porque tengo que terminar para la clase de mañana un libro que versa sobre Manuel Lozada y, para variar, no he ni siquiera comenzado a leerlo. Y lo peor es que lo escribió el profe, así que ni forma de sacarle al parche] acerca de la cercanía de los proyectos neoliberales a ultranza a los que nos han subsumido nuestros gobernantes, por lo menos desde Miguel de la Madrid. Menos aún discutir acerca del espejismo del cambio o de la reducción electoral/electorera de lo democrático… Lo que quería poner de relieve es la manera en la que la presidencia ha afectado a Vicente. Se le nota en el rostro, en la frente cada vez más amplia, en el apoquinamiento. Si no, fíjense en cómo el presichente se iba hundiendo, haciéndose chiquito en la silla del águila, cuando Fabio Beltrones le contestaba de manera durísima pero conciliadora, su reporte del estado que guarda la nación (aunque se oiga muy gringo. Hay que recordar que el informe es el marmotreto en sí que Fox entrega para que lo glosen).

Sólo resta decir que lo que vimos este día por televisión nos muestra que el sexenio de Fox fue cortísimo y, según parece, terminó hoy, hoy, hoy. El veloz nerviosismo con el que acabó de dar lectura a su informe nos lo confirma: Fox desea terminar con todo esto y dedicarse a los negocios, a su rancho, y a vivir de la pensión vitalicia que le pagamos nosotros, los súbditos. Perdón, los ciudadanos mexicanos. Tanto la movilización del domingo pasado contra el desafuero de LO y las acusaciones que penden sobre Creel, como la patética demostración que nuestros legisladores exhibieron hoy en televisión nacional son indicadores de: 1. Que la disputa por la silla presidencial está, oficialmente, en marcha; 2. Que el horizonte se pinta cada vez más negro y con una terrible ausencia de proyectos de nación (¿López Obrador y su izquierda terriblemente anacrónica y anquilosada? ¿Santiago Creel y la perpetuación de un proyecto neoliberal a ultranza? ¿Las megalomanías de Muñoz Ledo o de Castañeda? ¿Madrazo y el inicio de un nuevo porfiriato? ¿Slim? ¿De la Fuente? ¿Kawaghi?. ¿PAN/PRI/PRD y circo? That is the question. Chale ¿dónde está la democracia social, que es lo que verdaderamente necesita este país?

Pd.

Como nota al margen, desde mi perspectiva, [y que conste que no tengo filiación política] la única postura que además de criticar ofrecía propuestas interesantes [que siempre terminarán por estrellarse contra la sempiterna falta de presupuesto] provenía de la facción conformada por el PT (con una grandísima presencia de seis escaños). El PRI (224 curules) y el PAN (151) y el PRD (97), igualitos: jalando agua para su molino. Como dijeran Bobbio y Giddens: no cabe duda que cada vez más estamos más allá de la izquierda y la derecha. Ah, y Jesús Ortega me provocó un ataque de risa cuando, en pleno ataque a las corruptelas panistas y priístas, palideció ante el grito de «Bejarano, Bejarano». Ja. Hubiera resultado más divertido si Ortega pudiera haber contestado: «Creel, Creel», o «Madrazo, Madrazo». Total, la lista es larguísima. Y del muchachito imberbe del PV (17) mejor ni digo nada (ahora resulta que se valen de argumentos zapatistas para… uhg). Aclaro que no alcancé a escuchar la postura Convergencia (5), por lo que hasta mañana que lea los diarios tendré una opinión formada. Ah, lo olvidaba: ¿qué tan significativa puede ser la presencia de Emilio Azcarraga Jean en el contexto del informe? ¿Y la de López Obrador? En fin… El asunto se pone cada vez más interesante por que cada vez se torna en algo más soso, cual novela de Easton Ellis.

viernes, agosto 27, 2004

Padre sólo hay uno

Porque solo el varón puede dar un modelo de hombre y cada padre da una versión única, personal, irremplazable, inimitable de ese modelo.

Padre solo hay uno porque un hijo llega en un momento específico, inédito en la historia del hombre que lo engendró.

Ese hijo no puede nacer de ningún otro hombre en ningún otro momento, en ningún otro lugar y ni siquiera en a algún otro momento de la vida de ese mismo hombre .

Padre solo hay uno porque el encuentro de ese hombre con esa mujer es único; y al margen de su historia y evolución, el hijo que nazca de ellos no podía nacer de nadie más, ni de esa mujer con otro hombre, ni de ese hombre con otra mujer.

Para ese hijo, madre hay una sola, pero también solo un padre.

Padre solo hay uno porque el padre se hace en el engendramiento, en el nacimiento, en la evolución y en el acompañamiento existencia de su hijo, y en cada una de las funciones y etapas; el es insustituible y necesario.

Padre solo hay uno porque cada una de las razones particulares, íntimas que tu tengas afirmarán esta frase: “Padre sólo hay uno”

Sergio Sinay

domingo, agosto 22, 2004

Mi versión sobre la pareja ideal.

Debo aclarar en principio que mi perspectiva es femenina y parte de experiencia propia.
En nuestra cultura tapatía (mocha para algunos, conservadora para otros y de doble moral para algunos más) nos entrenaron para ser amas de casa, esposas y madres. Crecimos con la idea de encontrar un príncipe azul que nos resolvería la vida y con el que viviríamos felices para siempre. Y ¿cuál fue el modelo ideal de ese príncipe? El primero es el que sale de los cuentos de hadas, por supuesto es un militar; el porte es importante, la apariencia, la seriedad y el uniforme impecable. Luego la apariencia física, como la mayoría de los cuentos de hadas es de origen europeo pues tendría que ser alto, rubio, fornido ah! Y si tiene los ojos de color azul mejor. Y después viene la otra característica, cómo va a resolvernos la vida, entonces tendría que ser rico, no importa si es heredero o trabaja por su cuenta, el caso es que tenga la situación económica resuelta.
Aquí empiezan los problemas, porque la situación económica nos remite a la clase social (entendida como aquella de origen aristocrático, donde el apellido y los antepasados tienen gran importancia para las familias), entonces se genera un gran conflicto con los posibles matrimonios entre sujetos de diferente clase social. Además porque la pareja ideal lleva aparejado el matrimonio, no el noviazgo o una simple relación, el matrimonio por todas las leyes.
La situación se torna aún más compleja, buscar un prospecto guapo, alto, rubio, fornido, ojos azules, de buena familia, de apellido de alcurnia, con situación económica resuelta y que además quiera casarse, uf! Es todo un reto.
Al enfrentarnos a la realidad encontramos que todas las características mencionadas no existen en una sola persona, inclusive hay sujetos que apenas tiene una o ninguna. Hasta aquí todos los elementos son construcciones sociales y culturales, pero los individuos aparte de formarnos socialmente también somos individuos diferentes unos de otros, con sueños, ilusiones, traumas y deseos muy individuales.
Y sucede que por fin encontramos a la pareja “ideal” y no se parece en nada a aquel galán que habíamos idealizado. Al contrario parece ser lo opuesto a lo que buscábamos. Nos preguntamos ¿qué sucedió?
Podríamos culpar al destino, a las hormonas, a la casualidad, a la costumbre, a infinidad de factores que surgen alrededor del encuentro de una pareja.
Pensando en este proceso y en mi experiencia, puedo interpretar que es una imbricación de todos los factores. Aunque me inclinó por darle un mayor peso a los factores subjetivos, que incluirían la dimensión emocional y afectiva, sin dejar de lado las hormonas. Sí, porque el amor se siente, se siente físicamente en el estómago y en cada centímetro de la piel; además de una condición muy importante, la percepción física y emocional es por parte de los dos sujetos, ya que si es unidireccional la relación no funciona.
También tenemos las expectativas, lo que esperamos uno del otro. La primera expectativa tiene que ver con la correspondencia, es decir, con que el otro sienta, exprese y comparta emociones, deseos, visiones futuras y planes de vida. Ahí empieza a darse el complemento entre dos sujetos distintos, no iguales, sino complementarios.
Por lo expuesto, es que creo que la pareja ideal buscada en función de ideas construidas socialmente no funciona, considero que la búsqueda debería ser más espontánea, más abierta, sin condicionamientos ni limitaciones más allá de lo que llene nuestras expectativas.
Y termino con la idea de que si nos diéramos oportunidad de ver la vida con una visión más abierta, permitiéndonos sentir, le devolveríamos algo de la humanidad perdida al hombre actual, al hombre globalizado, al hombre virtual que ha cambiado un beso por un e-mail.

Por Heda

sábado, agosto 21, 2004

¿Amar y querer?

¿Cuál es la diferencia entre amar y querer?
Sólo el verbo, porque ambas acciones son causa y efecto una de otra.
Se quiere, se desea poseer, se anhela tener…
Cuando los deseos y los anhelos van más allá entonces se ama,
Se ama y se vive en función del otro.
Amar es descubrir a alguien más allá fuera de nosotros mismos
Al que no se posee, sino es por voluntad propia
Al que se tiene porque así lo desea
Amar es una energía de doble sentido,
De ida ama y de vuelta es amado
Ese es el secreto del amor
El diálogo entre los amantes donde ambos se dan,
Se entregan sin limitaciones ni condiciones
Entonces no importan las convenciones sociales,
Las costumbres ni las tradiciones,
Sólo la comunión entre dos seres
Que dejan de ser dos para convertirse en uno
Que se complementan, que encajan perfectamente en la unidad
Amar es la condición perfecta del hombre
Ser amado es la culminación del milagro de la vida

Por Heda

viernes, agosto 20, 2004

Un día sin ti


Dedicado a
José Antonio Martínez Tovar, mi fuente de inspiración y amor


Estoy fuera de control,
En total desesperación
Donde muero sin morir,
Mis sentidos se dislocan
Dentro y fuera de mi


Con la fuerza de un huracán
Y la furia de siete mares
Es imposible aplacar
La suma de cien tempestades

Amarte es un fuego
Que me envuelve de oficio,
Es una avalancha
Que me lanza al precipicio

Necesitarte es como la marea
Que mis neuronas desconfigura,
Es como caer hasta el fondo,
Es la exacerbación de mi locura

Desearte es la carrera
De mil potros desbocados
Es como una colisión
De volcanes y tornados

Estar sin ti es un dolor
Que atraviesa mi alma,
Que me mata a mansalva,
Y me dobla el corazón

Esperar por ti,
Ser feliz y desdichada,
Vivir éxtasis
Y pasión desesperada

Los relojes se congelan
Cuanto más me desespero,
Eterno es el momento
Aguardando la espera

Te tengo y no te tengo,
Así no puedo vivir;
Desespero en extremo
Porque no te tengo aquí

Amarte y no tenerte
Es como atarme la mente
Para ordenar mis deseos
Y escribirte en mi suerte

Amarte en conclusión
Es un río desbordado,
Es la suma de lo anterior
Pero elevada al cuadrado

Por Lety

viernes, agosto 13, 2004

U-turn

Vuelta en U

Fue como un sutil vértigo lo que hizo que Damián apartara la vista del libro. Para él, aquél viernes trece de agosto era una tarde como casi todas: luego de impartir su cátedra de pensamiento social contemporáneo en la Universidad, se había dirigido al café de siempre. Caminar por la ciudad era ingresar a un caos, a una masa gelatinosa y confusa que se adhería al cuerpo como mugre rancia: edificios vomitando rostros como muros, estridencias de humo negro, venas esclerotizadas por el asfalto y el plomo. Hacía frío y estaba a punto de llover. Como era su costumbre, Damián se acomodó en la mesa del fondo y pidió lo de siempre. A esas horas el lugar estaba semivacío, salvo aquellos pocos parroquianos —como él— que buscaban lugares pequeños, mal iluminados y tolerablemente sucios para rumiar a gusto sus soledades y escapar un poco de sí mismos. Colocó su saco en el respaldo de la silla y tomó asiento. Extrajo de su bolso militar un libro de aquél filósofo esloveno que lo tenía fascinado, se ajustó las gafas y se concentró en la lectura. Involuntariamente, a sus recién estrenados treinta se había convertido en un cliché, en el estereotipo esnob e intelectualoide de un joven profesor universitario: pantalón de mezclilla, botas para escalar sucias y gastadas, camisas sin marcas ni letreros, todo en colores parduscos, oscuros. Lo distrajo un poco la anónima llegada del latte y el muffin de zarzamora, pero siguió leyendo. Sin aspavientos, un peculiar olor a lluvia se coló por entre las mesas e inundó el lugar, mezclándose con el café y el pan recién horneado. Todo era lo de siempre: un sorbo, un mordisco, una página. Pero ahora estaba aquel vértigo fuera de lugar, esa fugaz sensación de malestar que lo había hecho apartar la vista del libro y fijarla en aquella familiar silueta que se perfilaba en la puerta del local. No era posible. Hacía tanto tiempo, casi quince años, y ahora ahí, como si nada, estaba ella. Definitivamente no era posible. Lo mejor era volver a la lectura, ignorar el recuerdo, desaparecer antes de que.

«¿Damián? ¿De verdad eres tú, Damián?» sonó desde el centro del lugar la voz de Ximena. «No lo creo. Te veo y no lo creo» dijo ella al tiempo que se acercaba. Sus ojos de avellana, grandes y expresivos mostraban una sorpresa auténtica. Sonrió ampliamente: aquellos jugosos labios no habían perdido el encanto con el paso de los años, y Damián no pudo evitar notarlo. Él la recordaba envuelta en colores brillantes, pero ahora ella vestía toda de negro, y quizá por ello se veía un poco pálida. Ya no era la delgada jovencita con cara de niña. Su cuerpo era ahora el de una mujer hermosa. A sus treinta y un años y sus dos hijos aún conservaba esa aura extraña, mezcla de inocencia infantil y sensualidad perversa. Se movía con gracia, ligera y segura. Sus pies seguían siendo bellísimos y bien cuidados [aún usas esos zapatos tan extraños, Ximena]. Dejó su pequeño bolso sobre la mesa. Se inclinó para besar en la mejilla a Damián. Éste, un poco sorprendido, percibió el tenue aroma a violetas que se desprendía del cabello de Ximena. Sintió como si se sumergiera en una especie de sopor envolvente, como si ese olor le perteneciera a él por derecho, o más bien, como si él fuera el esclavo de aquel olor y ahora le estuviera reclamando la potestad. Pero había también otro olor, como detrás o lejano, una especie de fragancia etérea un tanto desagradable que él no supo identificar. La nostalgia comenzó a tomar forma y se tendió un puente inmenso entre ellos, en aquella pequeña mesa, en aquel café cualquiera [tanto tiempo Ximena, tanto tiempo pensándote, extrañándote]. «Este es el último lugar en el que hubiera imaginado encontrarte», dijo Damián, oculto detrás de una sonrisa a medias, al tiempo que la invitaba a sentarse con un ademán.

«No alcancé a llegar al estacionamiento. Paco, mi marido, está fuera de la ciudad, e Isidora y Paquito están en casa de mamá», dijo Ximena. «Entré a este lugar escapando de la lluvia y mira, te encuentro aquí, leyendo. No has cambiado nada, Damián. ¿Qué haces? ¿Cómo te va la vida? ¿Hace cuanto que?». Damián, en silencio, la miró con interés. Estaba perdido en aquellos ojos, en lo profundo de aquellos ojos, recorriendo con la mirada los frágiles perfiles de los labios de Ximena, la delicada blancura de sus dedos, recordando la suave curva de su vientre desnudo y cómo éste encajaba perfectamente en su mano, el dulce abrazo de aquellas piernas, la terrible y deliciosa lentitud de los años de bachillerato en los que todo es búsqueda interminable, exploración casi penosamente gloriosa de una adultez que cuando llega ya es demasiado tarde [Ah, Ximena, siempre tú Ximena, nunca nadie sino tú, distintas manos y bocas y cuerpos pero siempre tú, Ximena, siempre tú. Pensar que me he empeñado minuciosamente en olvidarte]. «Pues yo igual, escapo un poco», dijo Damián. «Aunque a mí la lluvia no me molesta tanto; o, mejor dicho, esa lluvia, la de afuera, no me molesta. A casi diario vengo aquí para evadir un poco esta otra lluvia», dijo mientras se llevaba el índice a la sien. A ello siguió una pausa tensa, en la que ambos se miraron fijamente por un instante. «¿Te pido un té de menta?», preguntó Damián, rompiendo, por fin, el incómodo silencio. «¿Todavía te acuerdas?», dijo ella, sonriendo enternecida. Damián desvió un poco la mirada. Se sentía turbado. Hace muchos años había deseado ese encuentro, casi de la misma manera en la que lo estaba viviendo, así, fortuito e inesperado. En aquél entonces se había formulado toda una batería de preguntas [¿por qué Ximena, por qué te fuiste?], memorizado una serie de temas [prometiste estar siempre conmigo], justo para cuando llegara ese momento. Había repetido tantas veces en su cabeza aquella escena. Tenía varias hipótesis acerca de cómo ella podría haber cambiado, de cómo pensaría y de cómo actuaría al verlo, de cómo el tiempo podría haber transformado su imagen y su espíritu. Había pensado en ella obsesivamente hasta que se enteró, por una amiga en común, que Ximena se había casado. Después supo de un par de hijos y ella se volvió borrosa, quizá algún recuerdo ocasional, una lágrima tal vez, pero nada más. Damián pensaba en ella como una cicatriz que se ha cerrado. Y ahora que la tenía enfrente, tan cercana, tan natural, hoy que había vuelto a respirar su olor, los recuerdos amenazaban con inundarle los ojos. Damián, como nunca antes, se había quedado absorto, sin palabras. Las cicatrices no terminan de cerrar nunca.

Afuera la lluvia y el frío arreciaban. La conversación dejaba atrás cualquier cantidad de lugares comunes, y se encaminaba a derroteros cada vez más íntimos, más intensos. Así, Damián fingió que no estaba enterado de que Paco, que luego Isidora y, finalmente, tres años después, Paquito, todos bien, gracias. Supo, eso sí de primera mano, que un departamentito de cuarto piso por el sur de la ciudad, luego Paco en su propio buffete, éxito grande, casa lujosa con jardín enorme y perro incluido, la niña ya a la primaria, y Jr. el año que entra. «No me puedo quejar. Tengo una buena vida», dijo Ximena con un leve dejo de ansiedad en la voz. Ella había fijado la vista en la pequeña tasa que aprisionaba entre sus manos. «A mí no me va tan mal», dijo Damián. «Después de la preparatoria [después de que te fuiste, Ximena, después de tanta soledad y tanta desesperanza, después de esa vorágine oscura en la que me hundí como un loco cuando rompiste tu promesa] entré a estudiar música. Sí. Un año de guitarra clásica. Luego, ya ves que me gusta dejar las cosas a medias, me salí. Anduve vagando un rato, haciendo de todo. Finalmente entré a estudiar administración o economía, o algo así. Luego me fui a estudiar una maestría. Recién terminé un doctorado y ahora soy un feliz y solitario profesor universitario», dijo Damián entrecomillando con sus dedos la palabra profesor. «Pero, ¿y tu vida?», preguntó Ximena. Ella había inclinado un poco el cuello. Un mechón de cabello le resbaló por el rostro. Con un movimiento de su mano lo colocó detrás de su oído. Damián notó una especie de mancha roja, difusa, cerca del lóbulo de Ximena [maldita sea Ximena, ¿por qué me haces esto? ¿Por qué me miras de ese modo? Yo ya te había olvidado]. «Sí, lo sé, soy patético, mi vida se reduce a una buhardilla en el centro, a un montón de libros viejos, y a unas cuántas botellas de vino. Eso sí, de muy buen vino». Por un instante el rostro de Damián se ensombreció un poco. «Ah, también soy un terrible adicto a los muffins que hacen aquí. Yo creo que por eso estoy tan panzón», dijo él, sonriendo. La lluvia diluía la tarde. Ella no paraba de hablar, de interrogarlo. Él trataba de. Bah, sólo trataba, a secas.

El roce de sus manos fue fortuito. Sucedió en plena conversación, sin pensarlo. Ambos buscaban una servilleta justo en el mismo momento y nada más. Fue instantáneo, casi eléctrico: todo el pasado, lo que habían vivido juntos, se coaguló en sus memorias, el tiempo que habían estado separados se hizo trizas. Bastó un roce para que ellos fueran concientes de sus propios cuerpos, de su estar ahí, de esa vergonzosa barrera que la cotidianeidad había erigido entre ellos, y que ellos mismos se habían esforzado por hacer patente. Se derrumbaron así los pequeños mundos, burbujas protectoras de cristal que se habían construido para exponerlos uno frente al otro, como si no se conociesen tan profunda, tan odiosamente. Al tocarla, Damián la miró extrañado. No supo si fue el toque de aquella piel tan suya, o lo extrañamente helada que estaba Ximena, lo que le había producido el ligero estremecimiento que le recorrió la espalda. «Tengo frío» dijo Ximena casi como una súplica. Él la observó un instante, y luego desvió la mirada hacia la puerta. Ella asintió, aceptando. Todo era tan igual que antes. Había dejado de llover hacía ya un rato, el lugar estaba abarrotado y parecía sensato irse. Ella no lo dejó pagar. Salieron sin hablar y caminaron hasta donde estaba el auto. Ya era tarde, estaba oscuro y en la calle no había casi nadie. La ciudad parecía nueva, húmeda y refulgente [y tú Ximena, estás aquí, por fin estás aquí]. Por el canalete de la avenida corría un pequeño riachuelo que llevaba algunas ramas secas. Él vio pasar una hoja de papel con su otronombre escrito en ella, pero eso no le pareció extraño: siempre le sucedían ese tipo de cosas. En el ambiente flotaba una especie de aura ambarina que emanaba de las pocas lámparas que aún funcionaban. Caminar junto a ella resultaba tan agradablemente familiar y ajeno al mismo tiempo. Había como un acuerdo silencioso entre ellos, un acuerdo en el que las palabras no eran necesarias ya que hubieran empañado todo aquello en lo que no había nada qué decir. El asunto era dejarse llevar. Al fin y al cabo, eran un par de adultos que se encontraban después de tanto tiempo, sabedores de que se pertenecían, que los ligaba una promesa.

Ximena subió al estacionamiento a por el auto. Él la esperó afuera. Se entretuvo repasando lo sucedido durante lo que había sido, hasta unas horas antes, un día rutinario. Levantarse, un café antes que nada, ducharse, desayunar un muffin, leer el periódico. El auto era rojo, elegante, le iba bien a Ximena. Se abrió la puerta. Damián subió y Ximena lo recibió con un gesto que pretendía ser una sonrisa. Olía un poco extraño. Justo en el instante en que Damián ponía el seguro de la puerta recordó la nota que había leído por la mañana, en el periódico. De pronto todo tuvo sentido. Ahora se explicaba por qué el rostro ensangrentado de la mujer de la fotografía le resultaba tan familiar [qué bueno que regresaste, Ximena, ahora sí estaremos juntos siempre]. Nadie volvería a saber nada de Damián.



Nota leída por Damián

Guadalajara, Jal. 13 de agosto (AP). En un extraño accidente automovilístico fallece la esposa del connotado abogado, Francisco Urrutia Juárez, fiscal de la Zona Metropolitana de Guadalajara. En el accidente también perdió la vida el acompañante de la distinguida señora, quien hasta el momento no ha sido identificado. Agustín Suárez, comandante en jefe de la policía municipal señala que aún no han sido averiguadas las causas del accidente, pero ya se llevan a cabo investigaciones para deslindar responsabilidades. «Al parecer, todo se debe a una falla mecánica del vehículo, porque no se tienen otros automovilistas involucrados en el incidente», señaló Suárez. El cuerpo de la Sra. Ximena Calvillo de Urritia será inhumado mañana al mediodía en . . .


Por Ræncoria

jueves, agosto 12, 2004

El matriaterio regiomontano

El matriatero regiomontano es un caso interesante y con hartas características. Primero, hay que determinar que estamos hablando de un matriatero que se ufana de su glorioso pasado colonial. Diego de Montemayor es su estandarte principal, aunque él no haya sido el conquistador original. Con base en un esfuerzo identificado por la carne asada, el mitote y alguno que otro descarnado por el inclemente sol, el matriatero regiomontano surca la línea del tiempo para reafirmar su insistente labor de constructor del espacio urbano, de su constante lucha por sobrevivir en medio de altas temperaturas y de muchos animales ponzoñosos. Aunque, la matria fue olvida por el virreinato, el matriatero busca darle valor a lo hecho por sus antepasados. Pregona el nacimiento de una cultura de esfuerzo, de franqueza, de trabajo, en pocas palabras de enjundia en todo, para singularizar el lugar de origen. Cuentan entre sus argumentos coloniales, la abundante gastronomía consistente en pan mezclado entre tlaxcaltecas, españoles y mestizos; ricos dulces de leche producto del ganado vacuno y caprino; carne seca que deriva en la machaca tan afamada; el cabrito a las brasas que encanta preferentemente a los turistas; y tantos otros derivados matriarcarles que sería complicado de enumerar porque a ciencia cierta se diseminan entre los abundantes hogares regios nutridos de muy diversos platillos provenientes de muchas partes, tanto del ámbito nativil-local, como de España y Nueva España y sus alrededores.
Los matriateros regiomontanos están muy orgullosos del legado colonial. Aunque, de donde sacan más repertorio es del siglo XIX, centuria que dejó una huella muy honda entre los matriateros. Por un lado, por fin recibieron atención del centro del país al nacer la patria mexicana; y por el otro lado, expandieron su influencia a otros lares de la joven república. Es en este siglo, que por azares del proceso de integración nacional y regional (incluyendo los mismos avatares del vecino de las barras y las estrellas), la matria se erige como la esplendorosa y magnífica ciudad industrial. El proceso de industrialización alargado hasta el siglo XX, traerá consigo nuevos motivos de exaltación por parte del matriatero. A partir de ese momento se sentirá realizado por las grandes chimeneas, por las extensas factorias, por el vertiginoso cambio urbano. Contagiado por la predica empresarial de que lo característico del espacio es la calidez de sus habitantes y su don del trabajo, el matriatero se vanagloriará de su alto grado de especialización laboral, de su lealtad, de su competitividad, de su esfuerzo para el bien de la matria y de la patria.
Al juntar estas virtudes fruto de la fábrica y los valores emanados de la colonia, se traduce al matriatero actual. Aquél que siente hasta el tuétano el desierto y el humo, que suspira por su símbolo natural más expresivo de la matria: el Cerro de la Silla. No podía faltar su gusto musical, su redova, el acordeón, su chotis, su zapateado, sus cumbias innovadoras. Todo lo anterior, al ritmo de la carne asada y de una cerveza de la casa (Tecate o Carta Blanca). Por si fuera poco, el matriatero regiomontano tiene como pasatiempo importante el fútbol, los tigres y los rayados son prueba del desenfreno matriarcal salpicado de una alta dosis de capitalismo. Son memorables los clásicos entre estos dos equipos, el equipo ganador se lleva la gloria y los aplausos de los matriateros por un lapso de varios meses hasta que llegue la nueva revancha deportiva; los perdedores se sienten humillados y con los ojos llorosos por la caída de su escuadra.
El matriatero regiomontano siente la piel de gallina cuando tiene que dejar su terruño por estudios o negocios. Si sale dentro de la patria, tiende a resaltar la matria en todo momento, enumera los rasgos de forma disparatada y, en casos extremos, grita y golpea a los enemigos de su matria. Cuando sale al exterior, no se cansa de nombrar las bondades que tiene en su lugar de origen, el glorioso pasado de su matria, su industria, el desarrollo urbano, sus alimentos, hasta algunos despistados (sobre todo si son sus papás) enaltecen a los empresarios por su visión y liderazgo. La patria también es importante, pero nunca como su adorada matria. Sienten a la selección mexicana de fútbol, más no se desgarran como sí lo hacen con los tigres o con los rayados. Para ellos, la cerveza regiomontana es la mejor, al igual que su comida y sus excelentes costumbres.
Con voz fuerte (y no golpeada) habla directo y sin rodeos. Su matria lo enamora y lo proyecta hacia el futuro. El matriatero cabalga enjundioso en busca sus sueños, se siente protegido y triunfador, y con el ritmo de su himno (... tengo orgullo de ser del mero San Luisito porque de ahí es Monterrey) encara la existencia.

Cualquier parecido con la realidad del autor es mera coincidencia... El Ruidohablador a 11 de agosto de 2004.

lunes, agosto 09, 2004

El matriatero (parte I)

El matriatero es aquella persona que tiene un gran amor a su terruño a la usanza de Luis González y González. Aquél que desde sus adentros promulga una gran querencia a su cuna, al lugar de origen, al asiento de su áspera existencia.
Conocedor del espacio donde ha ejercido su cotidianidad, enaltece al barrio, la comida, la vestimenta, la forma de hablar, los modales, los gustos, sus usos de supervivencia manifestados por su apego religioso, su equipo de fútbol favorito.
Cuando viaja, solloza enormemente la necesidad de su matria. Los recuerdos le llueven al por mayor. Se acuerda de los platillos que le preparaba su madre, de los viejitos de la plaza, de los chistes de la tía chole, de los días de campo, de corretear a la lagartija, de espiar a las muchachas en el río, de contar historias macabras en las nocturnas sombras del panteón. En fin, cuando cruza la línea divisoria de su pueblo y otros lares, se desploma, le sale lo matriatero promulgando el dicho: como mi matria no hay dos. Y no se diga cuando traspasa las fronteras de la patria, se siente pavorreal matriatero, es patriota, pero más matriatero. Siente más el espacio donde nació, donde dio sus primeros pasos, donde jugó todas las tardes, donde se descalabró escalando una barda de adobe, donde aprendió las artes amatorias, donde cursó la enseñanza elemental de la vida. Pregona su color nacional, llora por la añoranza de sus connacionales, por su bandera, por su himno; pero le puede más su familia y su pueblo.
El matriatero ama las tradiciones emanadas de su terruño, la modernidad y la globalización le viene guango. Aspira a que prospere la gente, pero conservando el preciado tesoro que le heredaron sus parientes, es decir, sus costumbres. A veces, siente que éstas últimas desaparecen al paso del tiempo, pero se aferra desesperadamente por conservarlas. Cuando no puede hacerlo, se resigna anhelando el pasado.
Cobijado por la matria, vaga los rumbos haciendo camino y conquistando veredas. Cuando alguien osa maldecir al terruño, saca las uñas y lo defiende con ahínco y fuerzas del más allá.
Para finalizar el breve recorrido del matriatero inicial, sólo resta decir que todos lo llevamos dentro. Incluso, los portavoces de la modernidad, quienes abanderando una causa de avanzada y de alta tecnología, suspiran por el remedio casero de sus familiares en momentos de angustia interna, de las ocurrencias de sus abuelitos, del panecillo en las tardes con leche coloreada por el chocolate, del masaje cura todo de las sobanderas, en fin, lo matriatero nunca muere.
Aquél que no se considere un matriatero es un m...

Desde el palomar de los silencios 2, el Ruidohablador. 3 de agosto de 2004.

viernes, agosto 06, 2004

I, human

Ayer vi por segunda vez —gracias a circunstancias ajenas a mi voluntad— la película de I, Robot . La primera ocasión traté de acercarme a dicha película sin ningún afán pseudo–analítico ni nada parecido. Quería disfrutarla como una obra de ciencia ficción basada en textos de un autor que desconozco totalmente. Y sólo eso. Pero en esta segunda ocasión mi mirada fue otra. Ahora la atención se fijó no tanto en los personajes centrales, sino en los elementos del segundo plano, en los argumentos subyacentes y cosas por el estilo. En principio había pensado —antes de comenzar a escribir— en poner de relieve los tintes y resonancias racistas que se destacan en buena parte de los argumentos. Así, iba a decir que las ideas de esclavitud y negritud resultaban significativas para desenmarañar la hipótesis anterior. Creo que una escena que condensa e ilustra en buena medida lo que quiero decir es aquella en la que Mr. Robertson, junto a su equipo de abogados, va a la estación de policía a reclamar la potestad de Sonny, el androide al que Spooner acusa de asesinato. En dicha escena la voz cantante la ostenta Mr. Robertson —casi un arquetipo ario—, mientras que el resto de los personajes es colocado en una posición de subordinación que raya casi en lo sumiso. Recordémos que Mr. Robertson literalmente le truena los dedos a su abogado de color para que entregue un amparo. La respuesta del jefe de la policía es tímida y titubeante, por lo que Spooner sugiere llamar al Alcalde de la ciudad para lograr retener a Sonny. Antes de que eso ocurra, Mr. Robertson ya tiene lista una conferencia, vía celular, con el Alcalde, lo cual muestra la influencia y poder de “el hombre más rico del planeta”, como lo llama Spooner en su primer encuentro con él. Y esa escena no es la única. Pero de lo anterior mejor no hablo porque implica entrar en vericuetos que no tienen salida. Creo que mejor me quedo con la reflexión que me produjo la primera vez que vi la película, la cual gira alrededor de lo que nos hace ser humanos. Este tema ha sido discutido por personajes tan dispares como Rob Zombie, Nietzsche, Heidegger, Hegel, Platón [quien era un tipo que cuando estaba borracho le gustaba que lo llamaran] Sócrates, Aristóteles, Heráclito, Parménides, Layne Staley (coloque aquí a su pensador de preferencia), etc. Es, incluso, quizá hasta más popular que el tema de la inmortalidad del cangrejo (¿realmente serán inmortales tales animalitos?). De cualquier modo, el tema se me vino a la cabeza porque recientemente lo leí en el blog de Antonio Marts, (un verdadero escritor y no un pálido intento como yo).


En fin, en el citado filme se exploran algunos aspectos que podrían servir de respuesta a la mencionada interrogante (no la de los cangrejos sino la de los humanos). Cabe mencionar, de entrada, que difícilmente será posible dilucidar la esencia del ser humano en un humilde blog como éste. Así, más que presentar algunas respuestas, con lo que me quedo es con un montón de preguntas, de las cuales planteo algunas aquí (mi hermanillo tiene una teoría con respecto al egoísmo como elemento definitorio del ser humano, pero eso es harina de otro costal). De este modo, para iniciar, me parece que una de las escenas que pone de relieve la discusión con respecto al ser humano es la del interrogatorio que Sponner le hace a Sonny en el precinto de la policía. Ahí se nota cómo Spooner intenta definir(se) y diferenciar(se) lo que él es con respecto a Sonny a partir de la desligitimación de las pretensiones de humanidad de este último. De lo que no se da cuenta Spooner es de que Sonny está aprendiendo a ser humano. ¿Acaso las emociones que muestra el robotín no son humanas, quizá demasiado humanas?. ¿Acaso el aprendizaje del guiño no convierte a Sonny en un tipo digno de confianza para Spooner, al grado que le confía la vida de su morra, la Dra. Calvin? ¿Acaso los giros en el lenguaje de Spooner (de ser una cosa, un algo, Sonny se transforma en un alguien) cuando se refiere a Sonny no lo van humanizando poco a poco?. Lo que quiero decir es que, en última instancia, los cimientos de lo humano son culturales. Al principio, para Spooner, Sonny era como una simple imitación de la vida humana. El propio ser de Sonny era siempre un «como si», casi una especie de realidad virtual. Pero ¿acaso nosotros mismos, tú, en este instante que lees, no está inmerso en una realidad virtual? Y esta virtualidad (este vivir «como si»)no se reduce a las cuestiones cyberinternéicas. Esto se transmina al ámbito de la vida cotidiana: ¿acaso no endulzamos nuestro latte matutino con algo que es «como si» fuera azucar? ¿Acaso no descongelamos nuestra comida en algo que es como si fuera lumbre (el microwave)? ¿Acaso el mismo maíz que comemos en las tortillas (nuestra esencia, casi una definición de la mexicanidad, según algunos) no está modificado genéticamente (es como si comiésemos tortillas)? Es innegable que la realidad virtual no es una cosa del futuro. Más bien, la RV es algo con lo que lidiamos día a día. Si Sonny termina al final de la película, por humanizarse, por aprender a ser humano: ¿ocurre lo mismo a la inversa? ¿Acaso en la medida en que convivimos de manera cotidiana con la RV nos deshumanizamos, nos convertimos en cyborgs (cada día más nos despegamos menos de nuestros walkman, de nuestros cellphones, de nuestras laptops, de nuestras agendas electrónicas, casi al grado de que todo ello se va convirtiendo, con el tiempo, en extensiones de nuestro prpio cuerpo)y construimos identidades transhumanas, para utilizar la figura expresada por Martin Mora (udg)? Para finalizar esta pseudoreflexión iba a apelar a la famosa pregunta por el ser, hecha por Heidegger. Pero no, mejor acudo al blanco/santo horror de lo real, expresado por Hegel. Creo que eso condensa mejor cómo me sentí ayer al salir del cine. Maldito cine. Maldito Robot. Yo hoy digo I, human...

martes, julio 27, 2004

La pareja ideal

Al ocaso de la adolescencia, la vibración biológica de la especie y las exigencias sociales provocan que el ser humano se avoque a escoger una pareja para sobrellevar su existencia. No es fácil atravesar este proceso. Primero se pondera la belleza física, luego, el carácter.
En nuestra sociedad se aprecia más la base material. Vistes bien, tienes carro, usas celular, vives en buena colonia, viajas seguido, vas a la universidad, etcétera. Si cumples con lo anterior es señal de que vas por el buen camino social.
El principio material tiene aires clasistas, son los parámetros impuestos por el capitalismo, por las empresas del consumo, por los gendarmes de la moral actual.
La pantomima se monta bajo una estructura que cubre las impurezas de una sociedad desigual. Bueno, es cuestión de enfoques. Desgraciadamente, la cultura se nutre de estos inconvenientes. Se piensa que es lo mejor. Que el dinero hace “progresar” a la pareja; que si la pachocha no es indispensable en el amor, al menos ayuda a encarrilar la relación. La división de clases apoya la visión de la “pareja del billete”.
Los de abajo tratan de escalar entre los medios, los medios miran ansiosamente a los de arriba, los de arriba se comen entre ellos por acceder a la oligarquía. Este relajo empantana y oscurece las intenciones amatorias, de soledad y de necesidad social, de los que buscan verdaderamente una pareja sincera y sin intereses monetarios. Aunque, viéndolo mejor, también cabe la posibilidad de encontrar a materialistas con lazos sinceros; pero en general, estos individuos son muy pocos. La búsqueda es con lupa, no hay muchas opciones.
Entras a la jungla de la selección y nunca acabas, la vida se puede consumir en este derrotero, lo poco que se logra es escoger una pareja que te hace sentir bien, al menos unos momentos.
Es una falacia encontrar un amor puro o un puro amor. Los ideales producto de las metas sociales, de los románticos y hasta de los falsos profetas del mercantilismo, permiten la esperanza, una esperanza que sucumbe ante la cruda realidad. Lo poco calma los límites de grandeza amatoria, los hijos comprometen la apariencia y la encadenan hasta la eternidad. El maquillaje opaca la felicidad de pareja.
Puedo admitir que esa limosna de querencia es suficiente para las conciencias moderadas, pero no puedo aceptar que magnifiquen su estado amatorio como lo ideal. El beneficio de la duda se extiende, pero no se expande para todos.
Hay la condición de una pareja enraizada por un enamoramiento, un equilibrio de necesidades materiales y sociales, un vacío que en ocasiones termina en un colapso existencial; es decir, la pareja deja el mundo por una creencia momentánea de que el amor obtuvo la victoria contra la incomprensión de la sociedad. La muerte salva al amor.
Los que experimentan las delicias por tiempos, incluso por tiempos que nunca volverán, mueren con la certidumbre equivocada de haber encontrado el amor. Otros se glorifican de sentir momentos esporádicos de ilusiones. Piden vivir al menos un instante para justificar su paso planetario. La maravilla de reír, de sentir la felicidad, esconde las heridas reales de la pareja.
El aparato social se sostiene sólidamente por los incrédulos que sueñan con los romeos y las julietas, los panchos y las lupes, los Pitt y las Aniston, el gordo y el flaco, y todas las demás parejas ficticias que inventan para calmar los ímpetus de los egoístas. Sin embargo, el mismo contorno social alimenta las exigencias de los egoístas, quienes con gran poder inventivo construyen y destruyen tipos ideales de pareja. Se produce una diversidad que no conduce a nada claro, sólo apreciaciones individuales que asusta a los escépticos.
El choque entre los egoístas y los escépticos ocasiona confusiones que se disipan por la cultura absorbida y modificada por los pretendidos dueños de la sociedad: la felicidad de las parejas, de los esposos y de los enamorados es comprar y más comprar. El aliento de los amorosos se mantiene por el esfuerzo de los que creen en la luna, en los que luchan por la lluvia dadora de vida. Pero, el pero sigue, hasta estos románticos no se salvan de la falsedad social. La pareja ideal es un mero producto social con enormes fallas.
¿Por qué me interesa la pareja ideal? ¿Por qué critico a los soñadores falsos? A que mundo tan disparejo y tan complejo, ni modo, hay que vivir.
Al menos, los ilusos morirán contentos...

Desde el horizonte esperanzador, el Ruidohablador.

miércoles, julio 21, 2004

Dudas...

Por qué dudas, si lo amas,
Por qué dudas, si lo extrañas,
Por qué dudas, si confías en él
Qué pasa por tu cabeza cuando hay silencio,
Cuando no hay certidumbre, cuando no sabes qué va a suceder
Pasa la vida como un flujo al que no puedes detener
Al que no puedes controlar, al que no debes dirigir
Estás en el flujo y fuera de él,
Lo observas y lo sientes, eres juez y parte.
Así es el amor: paradójico, ilógico, incoherente pero
Al mismo tiempo es hermoso, divino, casi inconcebible.

Como un sueño real, como una ficción verídica,
Como una obsesión lógica, entonces
¿Por qué te preocupa dudar?
La duda es parte de la paradoja, es complemento de la certeza,
Es parte del sentir y del vivir, del amar y del sufrir, del querer y del morir…

Por Heda

jueves, julio 01, 2004

¿Qué es estar enamorada?

Es esperar que cada mañana llegue
Para sentirte, para llenarme de ti.
En sentir cómo el calor del amor, cada vez que te veo,
Me inunda y me satura.
Amarte es sentir tu ausencia,
Contada en momentos, contada en suspiros, contada en murmullos.
El enamorarme no fue difícil,
Lo difícil fue aceptarlo.
¿Por qué? Te preguntarás…
Porque se pierde la unidad antes guardada celosamente
Se pierde la racionalidad, la lógica, el orden de todo…
Pero ¿Qué se gana? Se gana la complementariedad,
El equilibrio, la certidumbre y la paz
Y si aún no puedo describir qué es estar enamorada
Con mis palabras,
Sólo siénteme, quiéreme y ámame.



Visceralias

N. tiene toda la razón, al decir que: “las épocas de mayor dolor, son las de mayor inspiración….” Claro, si esto se sabe canalizar… Ahora he retomado algunas de mis viejas teorías filosóficas, volviendo por ello a las bases de mi ser, quizás ahora un poco mas brutal, por el tiempo que ha pasado y la supuesta madurez que conlleva el haber sobrevivido al secuestro sentimental de mi hija por parte de su madre, al fallecimiento trágico y paulatino de la mía, el terrible deceso de muchos de mis amigos por la combinación de alcohol y velocidad, y a mi tozuda incapacidad para mantener relaciones “serias”… Todo esto presupone una “Madurez” (Que en realidad no he notado) para asentar los pensamientos vicerales y darles un giro mas racional, eliminando así los de carácter juvenil y pasional, digiriéndolos a fondo y profiriendo unos con una marcada aflicción, vistos ahora desde lo oscura perspectiva que da el tiempo, sumado a todos los factores anteriormente mencionados, puedo decir, ahora, con certeza apodíctica: “El ser humano no tiene razón practica de ser o existir, por ende, no debería mantenerse…”

martes, junio 29, 2004

Sobre la Marcha

Sin precedentes, me parece, la «Marcha del Silencio» realizada el domingo pasado: más de medio millón de personas, en distintas ciudades del país, salieron a manifestarse contra el gravísimo problema de la inseguridad que tiene de rehén a nuestro país [por el momento no quiero decir nada acerca de lo que indica, en términos de cultura política, un contingente de 250 mil en el DF, y 10 mil en Tijuana, comparado con los poco más de seiscientos tapatíos y tapatías que desfilaron por céntricas calles de nuestra bella y húmeda ciudad]. Creo que sólo la selección mexicana pasando a semifinales en un mundial tendría un carácter tan universal y vinculante. En este sentido, se pone de relieve la incuestionable legitimidad de los motivos que dieron origen a una movilización de tal magnitud. Sin embargo, considero necesario hacer un par de matices con respecto a la polarización de opiniones que ello ha ocasionado.


En primer lugar, resulta difícil creer la teoría de la «mano negra». Aclaro que me considero una persona más de izquierdas, y mis simpatías electorales tienden hacia ese lado. Sin embargo, la lectura descalificadora que hace López Obrador con respecto a la marcha refleja la paranoia y la cerrazón propias de una izquierda anquilosada incapaz de modificar sus esquemas y discursos. Quizá sea cierto que el contingente que desfiló el domingo no sea el más plural ni el más diverso o representativo de la población mexicana. Pero ello no le resta legitimidad ni a la movilización en sí, ni a las motivaciones que la sustentan. ¿Acaso porque el contingente estaba compuesto más por profesionistas y gente de clase media y menos por campesinos con machete y obreros con overol, una marcha se torna en un evento «manipulado y amarillista»? No lo creo. Considero casi imposible que la «mara salva yunque» —Monsiváis dixit— tenga un poder de convocatoria así de fuerte. "Sigo pensando que hubo mano negra o mano blanca, no lo sé" —insiste en afirmar AMLO—. En fin, la imagen de un Maquiavelo de ultraderecha aconsejando a la sociedad civil mexicana resulta un tanto ingenua hasta para un neófito como yo, que de política sabe lo mismo que de esloveno.


En segundo lugar está el otro extremo: el de quienes plantean que la Marcha del Silencio representa un avance democrático para nuestro país. Eso es una de las peores sandeces que he escuchado en los últimos días (y vaya que he escuchado muchas). Una movilización social de una magnitud como la que tuvimos oportunidad de presenciar este domingo representa precisamente lo contrario: una situación crítica de la relación entre gobierno y gobernados. Un avance democrático sería la creación de espacios de deliberación en los que las voces demandantes del ciudadano X o promedio fueran escuchadas. Un avance democrático radicaría en que se abrieran los canales de participación ciudadana en ejercicios que trasciendan a la mera coyuntura electoral—electorera. Un avance democrático sería el análisis concienzudo de las reformas integrales necesarias para el país. Un avance democrático estaría reflejado en un sistema parlamentario que de verdad se ponga a trabajar. Un avance democrático implicaría una mejor y más eficiente institucionalidad (menos burocracia y más gobierno). En fin, no seamos ingenuos: que no nos vendan la baratísima idea de que la marcha es un avance democrático porque representa más bien lo contrario. La Marcha constituye un Ya Basta enérgico de parte de un sector de la ciudadanía, y nada más. Que los gobernantes le den gracias a Aristóteles, a Platón, o a dios de que la marcha no tuvo expresiones violentas, que si no.


Finalmente, hay que interrogarse sobre lo que va a suceder el día después de la marcha. Hay que recordar que la gran apuesta de la política es a la memoria cortoplacista de la sociedad. Al fin y al cabo, terminando el sexenio todo se olvida. Desde nuestro querido presidente y hacia abajo en la autocracia gubernamental, todos (salvo AMLO y unos cuantos) han adoptado una actitud muy similar a la de Mafalda cuando hacía sus típicos llamamientos al desarme y a la paz mundial: igualito que la UN y el Papa, ella quedaba bien. Quiero decir con ello que desde la política se ve bien la congratulación con respecto a la participación, como lo hizo Vicente Fox, quien afirmó que "es urgente acabar con la inseguridad y que las leyes castiguen efectivamente a los delincuentes". Ja. ¿De verdad? Parafraseando a uno de mis idolitos (S. Zizek), creo, en última instancia, que la sociedad civil no debe ceder: más bien, debe preservar las huellas de todos los «traumas, sueños y catástrofes históricas» de los cuales el pensamiento dominante del «fin de la historia» quisiera deshacerse. Así, más que encerrarse en un «enamoramiento nostálgico del pasado», podríamos decir que la democracia constituye una vía posible para tomar distancia sobre el presente, una distancia que nos permita comprender los «signos de lo Nuevo» —Zizek dixit—. La potencia de la idea de una democracia deliberativa radica en que abren un espacio para la auto–reflexión y la crítica sistemática y fundamentada. Ello, creemos, incidiría en el urgente re–planteamiento de la relación entre Estado y Sociedad. Sociedad así, con mayúscula.

miércoles, junio 16, 2004

Pretérito imperfecto

En la Guadalajara del 2015, los periódicos, los programas televisivos, las sociedades de vecinos o las webs de los llamados creadores de opinión, seguían hablando de los efectos de la globalización, de los retos de la sociedad de la información, de la primera comunión del último cachorro del expresidente, del difícil encaje de los inmigrantes defeños en la sociedad tapatía, de salvar los pocos miles de litros de la contaminada agua de un lago que, comparado con el de Chapala, relacionado en su momento por Byron y Elliot en sus descripciones, no era más grande que una presa.

Estas y otras cuestiones de índole más doméstico y sentimental (el escaso contenido del refrigerador, la compra siempre olvidada de una bombilla alógena para su estudio o el peaje sexual que tendría que pagar el próximo sábado) ocupaban también el cerebro de Octavio, nuestro héroe o villano. Banales pensamientos que, como ranitas encerradas en un saco de yute, enterraban tristes recuerdos que ya eran olvidos, que paliaban el aburrido día a día y aligeraban el viaje hacia el trabajo. Un saquito de yute, unos pensamientos tontos como ranas sin cerebro: combustible para ir tirando.

No parecía ser este el caso de uno de los chicos que compartía vagón en aquel metro que los internaba en la ciudad. No, el suyo era un motor que reclamaba otro tipo de combustible, que rehusaba los armisticios, que esperaba que la voz en off que anunciaba el nombre de las próximas paradas, proclamase el amor sin freno o la guerra contra la mezquindad. Cualquier cosa para matar el cotidiano tedio. Su mirada se cruza con la de Octavio. No es capaz, ni le importa, conocer las causas que han llevado a aquel hombre a ser lo que parece ser: un cuarentón que, sentado en un vagón del metro y unido a una cartera que a él se le antoja un corazón cuarteado, está gritando, sin saberlo, su tristeza. La desazón que le quema las entrañas, que recorre su cuerpo desde el pulgar del pie izquierdo hasta el cabello más largo de su cabeza, que escribe con sus ojos frases de desesperado amor, de melancolía sin fin. Unos ojos que, conscientes de ser observados se desvían y se miran en el espejo empañado de la ventana del compartimiento. En una esquina del periódico escribe: comprar comestibles y bombilla alógena estudio.

“Próxima parada: Kodak Otero”. Salvado por aquella voz sin matices, se dirige a la salida huyendo de la mirada de aquel chico que, adivina, malvive en el metro: para qué salir al exterior si en la calle nadie rompe los relojes, ni quema los bustos de antiguos, presentes o futuros dirigentes, ni en los parques ni jardines encontrará al hijo que nunca tuvo.

Como es habitual, Octavio encuentra junto a su PC un montoncito de artículos, cada uno con su correspondiente nota pegada en la primera página. Se sienta a la mesa, pone en marcha la computadora: “Hola, Octavio, Entretiempo (periódico independiente y plural) te desea un buen día”. Ojea el primero de los escritos: se trata de la crónica semanal de un periodista que hace uno años, bastantes, destacó por sus conocimientos del palpitar diario de la urbe. En la actualidad y hasta que lo aparte la jubilación, el staff del periódico le ha encargado un escrito para el semanal, una crónica que, bajo la cabecera de “Decíamos ayer...” repase los últimos 25 años de la historia local. Paradójica tarea para quien ya empieza a notar los primeros síntomas del Alzheimer (el olvido de unas llaves, el dejar sin comida durante una semana al gatito, o salir a la calle con un par de calcetines dispares...)

La crónica de esta semana trata sobre cómo vivió Guadalajara la llegada del nuevo milenio. Tras leer el artículo, Octavio constata el progresivo deterioro mental del periodista: su sintaxis es cada vez más confusa; su puntuación convierte lo fácil en indescifrable y, por si fuera poco, no se atiene a la más que comprobable realidad: avenida Chapultepec nunca ha hecho esquina con Marsella, ni la calle Frías ha discurrido paralela a Arista. ¡Qué más da!, al fin y al cabo quién va a leerse aquél artículo perdido en una esquina de una página par.

La notita le dice que, por favor, le encuentre una foto vertical para ilustrar el escrito. La booleana es fácil. Leve manera de empezar el día.

Desecha las primeras tres fotografías que la pantalla le va ofreciendo. Se detiene en la cuarta: nada del otro mundo: la avenida Vallarta al anochecer, lucecitas navideñas, gente atareada, coches, unos neones que cruzan de uno a otro edificio la calle: “Bienvenido, 2000”. La foto cumple con creces el pedido del amnésico periodista. Sin embargo algo hace que Octavio contemple con inusitado detenimiento la imagen. Enrojece y palidece al mismo tiempo, se desplaza hacia sus ojos mientras una ducha de sudor frío le recorre el cuerpo. La pantalla le devuelve el recuerdo de aquel hombre y aquella mujer, que, como huyendo de la instantánea, se abrazan en una esquina de la imagen, en una esquina de la calle. El zoom le aproxima a ellos: puede ver sus caras, la suya un poco tensa, la sonrisa ligeramente forzada: se temía lo que ocurriría a continuación. Un minuto más tarde, le preguntaba a su amiga aquello, un minuto y medio después, ella le respondía lo que sabía que tenía que responder: “no me atrevo, lo siento... No sé cómo explicártelo... Y te aseguro que...”, pasados tres minutos, la pareja habría desaparecido de la imagen, de la esquina, y tomado distintos caminos. Su camino, su elección: la peor posible, la que le había llevado a ser aquello que había visto el chico en el metro: nada y aburrimiento. Triste booleana para lo que le queda de vida.

Un click se desliza hacia “eliminar”. “Imagen protegida por el centro de datos de Entretiempo (periódico independiente y plural) no puede borrarse”. No, como tampoco pueden borrarse los recuerdos, los momentos, las palabras que, de haber sido otras, hubiesen cambiado su vida. Permanece inmóvil durante unos minutos, sin responder a los buenos días, a los ¿te vienes a tomar un cafecito?, de sus compañeros. Sale del programa y entra en la red, en un buscador telefónico, llena los requisitos de la búsqueda: nombre de la entidad o persona, primer y segundo apellido, calle (¿seguirá viviendo allí?, se pregunta), ciudad, estado. Hace un click en “buscar” y espera la respuesta que puede cambiarle el futuro, una respuesta que se hace esperar demasiado. “El resultado de su búsqueda es...” y allí aparece un número de teléfono. El mismo que en estos momentos está marcando desde su celular.

El relato podría acabar aquí, con un final a la carta. Pero no, no permitiré que se me cuele un aguafiestas ni me resistiré a revelarles que Octavio nunca compró la bombilla alógena para aquel estudio donde se amontonaban libros con apuntes, correspondencia con libelos, donde Milú coqueteaba con Madamme Bovary o Mao hacía las pases con Lancelot du Lac: historias de papel.
Lo que sí compró fue un puñado de velitas. Temblorosas luces que iluminarían una historia de carne, sangre, huesos y besos; algún que otro quebranto y un puñadito de lágrimas.

Georgina Torres Guevara.

sábado, junio 12, 2004

¡Puedo volar!

Siempre envidié a las aves porque podían volar, hoy he descubierto su secreto. ¡Sí! Puedo volar, es muy fácil: extiendes los brazos, aligeras el cuerpo, te desprendes de la gravedad y eso es todo. La sensación es hermosa, aunque al principio desconcertante; el que tengas los pies en el suelo crea una idea de vacío, de que puedes caer en cualquier momento; pero ¿quién no se ha caído cuando empieza a caminar? Es la misma situación: hay que aprender a volar.

Entonces lo primero es vencer el miedo y lanzarse, dejar el piso y empezar a flotar, fácil ¿no?, simplemente pruébalo.
Una vez que haz logrado este primer paso, ahora habrá que encontrar la corriente de aire necesaria para deslizarse –una especie de autopista-, al encontrarla simplemente inclinas el cuerpo y dejas que la corriente te lleve.

Para que te animes, te hablaré de cómo fue mi primera vez volando. Por supuesto que pasé por los mayores temores, me preguntaba: ¿y si no puedo?, ¿si sólo es un mito?, ¿si soy muy pesada para esto?, en fin todas aquellas preguntas inimaginables venían a mi mente; pero las hice a un lado y probé, al fin de cuentas, qué era lo peor que podría pasar? Que me diera algunos porrazos, bien valdría la pena, si lograba mi propósito.

Y no sólo fue un porrazo, sino muchos hasta que pude despegar del piso. Una vez que se logra esto, o sea, desprenderse de la gravedad, el resto es muy fácil el instinto te lleva de la mano ¡y vuelas!
Así me inicié en esta aventura, ya no tendría que sufrir con el transporte público, ahorraría mucho tiempo en los traslados pero sobre todo podría ver todos aquellos paisajes hermosos que sólo había visto en los libros o en la televisión.

Así que mi primer viaje largo volando fue a París. Hermosa Ciudad Luz, como la llaman, nombre bien ganado porque es lo que a primera vista se percibe, la luz que irradia la ciudad.

Por supuesto el punto de encuentro fue la Torre Eiffel, así que allí descendí. Desde ese punto se podía apreciar gran parte de la ciudad y su actividad nocturna. Pero me interesaba conocer los famosos Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, sus fuentes, parques, y ansiaba que amaneciera para poder ir a Louvre.

Y llegó el tiempo de regresar, pero antes quise despedirme de la ciudad más hermosa que haya conocido, recorriéndola desde el aire desde sus cuatro puntos cardinales. No puedo negar que abandonar aquel lugar era difícil, había deseado tanto conocerlo, que la tentación de quedarme fue muy fuerte. Pero tenía que regresar. Mi vida cotidiana me esperaba: casa, trabajo, familia… Así que con una última mirada me despedí de París.

El regreso fue más rápido, ya tenía experiencia, así que en pocas horas estaba de nuevo en casa.

Creo que la descripción de este viaje ayuda a entender las ventajas de poder volar, el libre movimiento que puede llevarnos a cualquier, acortando las distancias y disfrutando de los paisajes.
¿Por qué no pruebas? Y experimentas todas las sensaciones que he descrito… Ah pero sólo una cosa me ha faltado por decir, el gran secreto, la magia que permite volar es tu imaginación…


Por Heda



Con respecto a lo que sigue, Heda aclara: "Estos pensamientos no son míos, los encontré navegando por la red y me gustaron muchísimo, así que me gustaría compartirlos. Sólo corregí algunos detalles pero su esencia se conserva". Si alguien conoce al autor o autora, favor de hacernoslo saber...


¿Qué debo hacer?
Qué debo hacer para que te fijes en mi,
Para ganarme tu amor y calmar este dolor,
No te has dado cuenta, pero ya no lo puedo ocultar
Que desearte me hace mal, necesito tu calor
Y yo… daría todo por ti… por ti podría morir.

Dime que otra cosa puedo hacer
Para derrumbar esa pared,
Que no te deja verme como soy
Y me prohíbe el paso a tu amor.

Dime como lograr un día enamorarte
Dame alguna pista o dirección
Para conseguir tu corazón.

No puedo más…
¿Tal vez será que me queda grande tu amor?
¿Que el destino me engañó?
Incierto es todo lo que puede pasar…
Por eso voy a esperar…
Te amaré sin condición
Y yo… daría todo por ti… por ti podría morir…

jueves, junio 10, 2004

Mar

Si ya lo sé, tú estás allá
Del otro lado, mirando, contemplando
Atrapando el día con tus redes de mano
Con tu cola de pez, de ballena
Descifrándote, construyendo la tarea
Armando tu rompecabezas
Y a veces entretejiendo palabras

Te dices las cosas que para ti mismo son importantes
El tiempo pasa,
Tan poco el tiempo

Eres un punto y aparte. El final del comienzo
Eres como un paréntesis de vida, una í envuelta en llamas, un colibrí detenido en el paisaje
Eres tu mismo en tu mar, un extranjero con nombre de pez, con nombre de agua

No entiendes las cosas que suceden aquí y ahora
No tienes que hacerlo

Vas y vienes en tu gran ola,
En tu vuelo de paracaídas
Acechas igual al poema que a la mantarraya

Dicen que el mar es esto, lo otro y también aquello
Lo sé
Por eso quemo las naves y me retiro,
No más poemas,
No más mar.

ANGÉLICA MARTÍNEZ,
MAYO DEL 2004.

jueves, junio 03, 2004

Piensos

Bueno… Primero que nada, deseo aclarar que escribo esto, no como un grito de ayuda, ni mucho menos como un deseo de lástima… Sino porque es de noche… Y Como diría mi estimada amiga Karina… “Es malo pensar de noche…”

La mayor parte de mi vida… La he visto pasar de largo… Pasar los años, los meses, los días y las horas… Muchas veces, sin siquiera darme cuenta de lo que hago, hasta que lo he hecho… De lo que digo, de lo que siento, de las cosas que pierdo, de las que perderé… Muchos acontecimientos de mi vida los he visto, como un autómata… Sentado, frente a un viejo televisor, mirando un programa malo, en el cual, soy el personaje principal… Irónico, ¿no? Pues el único espectador es el personaje principal… Tanto personas como acontecimientos… Muchos han dejado marcas indelebles, otros ni siquiera los recuerdo… Muchas personas, han entrado en mi vida, y han salido tal cual han entrado… Otros, muy pocos por cierto, han entrado para quedarse… Aún a pesar de que yo no sepa sobrellevar muchos aspectos de la amistad… Aún a sabiendas de lo que soy y como soy… Sin embargo, debe haber algo en mí, porque esas contadas personas, que aún están aquí… Son súper especiales… Me gusta pensar que todo pasa por algo, que todo esta ya escrito… Que nada es dejado al azar, que todo tiene una razón intrínseca de ser, que no todo es caos, sino que todo se conecta por alguna razón, ya que así no me siento tan vació… Incluso, hay veces, que me descubro, rogando a Dios, por cosas que sé que nunca tendré… Por nimiedades tan estupidas, que incluso inconscientemente, sé que eso esta destinado al fracaso… Sé de antemano, que no todo lo que pido debe ser concedido… Muchas veces me he descubierto con miedo, hacia cosas que creí dominar, hacia cosas que creía controlar… Me he sentido desamparado, enojado, frustrado… Por muchas cosas que no puedo cambiar… Preguntándome sobre la verdadera intención del todo, como conjunto, sobre su verdadera importancia, sobre su aplicación real… Sobre el cómo y por qué de muchas cosas que pasan, que hago, que digo… Pienso mucho, sobre lo vacío que todo puede volverse, sin esos pequeños hilos de cordura, de los cuales tan frágilmente pende el mundo… Me aterroriza pensar en lo que podría pasar… El simple hecho de pensar en: ¿Que tal si…? Me encrespa, me eriza el cabello… El pensar en lo que realmente es importante… Y en cómo, netamente carezco de ello… En cómo puedo cambiar tan fácilmente, de adorable a inaguantable… En cómo he dejado todo correr, fingiendo que no me importa, fingiendo que soy mas fuerte de lo que incluso yo creo… Creando una nítida ilusión de seguridad, creando barreras, que incluso a me encierran… Me he visto, Buscando respuestas, a preguntas mal formuladas, corriendo sin saber hacia dónde voy y por qué… No entiendo muchas cosas… Y las pocas que entiendo, las complico demasiado… Pienso que quizás ni siquiera soy yo mismo, sino que soy recortes de varias personas, unidos por maltrechas costuras, con pensamientos y sentimientos que no conducen a ningún lado… Borracho de angustia, poseído por la ira, hago cosas que no debería, actuó sin pensar, me controlan las pasiones, lo cual no es muy bueno, ya que, se nubla la visión, la percepción de la realidad se aminora y se magnifica el dolor… Nunca he dado lo mejor de mí, nunca me he esforzado lo suficiente, nunca he intentado dar ese extra que se necesita, pues, siempre estoy en espera de algo… Algo que quizás ya haya pasado… Lo cual es risible… Pues, ¿cómo se espera algo que ya paso?... Son tantas cosas…


Gkrtr




miércoles, junio 02, 2004

¿Por qué amo a quién no debo?

Una adolescente típica a punto de cumplir quince años, cursando la secundaria, aprendió de la forma más cruel lo que era el amor. Palabra con distintos significados, que empezaba a tener sentido para ella, por las sensaciones que estaba experimentando.

Un día descubrió que su profesor de química tenía una linda sonrisa y unos ojos muy picaros; por lo que pensó que era muy guapo y agradable. Le gustaba estar cerca de él, escucharlo verlo simplemente. El profesor no se dio cuenta de tal impacto, o si lo hizo su actitud no fue muy honesta que digamos.

Era alto, fornido, moreno de cabello lacio indomable y con un gran bigote. Siempre vestía de manera formal y exponía sus clases con gran profesionalismo, tenía carisma, era un excelente profesor. Pero al mismo tiempo gustaba de bromear con sus alumnas, dado que era un colegio para señoritas y siendo él uno de los pocos varones que entraba a la escuela, obviamente siempre estaba rodeado de mujeres.
Le gustaba bromear con todas ellas, guiñar un ojo, tocar las manos o el brazo cuando hablaba con alguien, haciendo parecer su conducta como normal y muy propia de él.

Entonces fue que la adolescente ingresó a aquel grupo que rodeaba al profesor durante los recesos o el descanso. Participaba del juego e intercambiaba bromas… y entonces fue que se enamoró; no podía asegurar el momento exacto, sólo de repente quedó atrapada por aquella mirada, por aquella sonrisa, donde el resto del mundo desapareció.

Se veía en sus ojos, necesitaba de su presencia para seguir viviendo, escuchar su voz y esperar una palabra, algo de él.
La esperanza persistió pero el deseo nunca se cumplió. El profesor sólo jugaba, bromeaba con todas y con ninguna, desde su perspectiva; él simplemente era amable, galante y coqueto.

Esa conducta formaba parte de su personalidad y no tuvo conciencia de las sensaciones que despertó en aquella adolescente que lo miraba con adoración, pendiente de sus palabras, cuya interpretación la transportaban a un mundo fantástico que ella construía cada día. En ese mundo el profesor le hablaba de amor, diciendo aquellas frases que ella espera escuchar; la besaba como ella deseaba que lo hiciera y la abraza con la intensidad que ella añoraba.

Entre la actitud del profesor, alimentando aquella fantasía con frases y bromas, y la alumna enamorada, se creó un noviazgo ficticio. Ella estaba segura que el profesor en cualquier momento se le declararía, le pediría matrimonio y se iría con él. No especulaba acerca de otro tipo de relación, simplemente esperaba lo mismo que todas las adolescentes: el príncipe azul montado en un caballo blanco, como única meta de felicidad.

Pero el encanto se terminó bruscamente. Resulta que todas aquellas frases que el profesor le decía, no eran para ella ni se referían a ella; sino a alguien más… Estaba tan ciega que cuando alguien tuvo el valor de decírselo, no lo creyó, no era posible; él era el amor de su vida, se lo había dado a entender siempre… Si se lo había dado a entender, pero nunca se lo dijo directamente. Ella creía… ella pensaba… pero para él sólo era una alumna más que conformaba parte del grupo con el que flirteaba. Cuándo aceptó ella la verdadera situación… cuando lo vio al pie del altar esperando a su futura esposa.

Que sucedió con la adolescente y su profesor? No existía la más mínima posibilidad de existir una relación, sería amoral y no bien vista. Pero quién inventó esa regla? Quién estableció qué condiciones y qué roles deben jugar las personas que pueden enamorarse, y cuáles no pueden? Acaso quién juzga sabe exactamente la magnitud del daño sufrido por la adolescente? O en el caso de profesor, acaso tuvo conciencia de cómo le echaba a perder su vida a una chica, sólo para alimentar su ego?

Podríamos concluir diciendo que la vida es injusta, que a unos les toca perder y a otros ganar, pero repito en algún lado están escritas estas reglas? O sólo nos encontramos ante una costumbre, creencia o tradición que se ha naturalizado de tal forma, que se reacciona ante tal prescripción como algo que no puede modificarse.

Desechemos esta conclusión y vayamos a otra distinta. El día que hombres y mujeres hablemos de lo que percibimos y sentimos, con honestidad, estas situaciones cambiaran. El día que nos atrevamos a ir contra las reglas, el tabú, el pecado, el miedo a la marginación social; ese día las relaciones entre los sexos tendrán posibilidades de transformarse. Mientras tanto seguiremos reproduciendo los esquemas echándonos a perder la vida unos a otros.

Si vislumbráramos la vida de otra forma, más abierta, menos racional y más emotiva entonces no tendríamos el conflicto entre lo que debe ser y lo que es, entre lo moral y lo amoral, entre lo que pensamos y lo que sentimos…

Heda

Clifford Geertz: antropología interpretativa y cultura

Para autores como Richard A. Schweder o Mario Bunge, en la actualidad el quehacer antropológico está atravesado por una especie de «rebelión romántica» contra el Iluminismo. En este contexto pueden distinguirse dos grandes vertientes que están en constante tensión, las cuales son de importancia crucial. Esto es así porque en mayor o menor medida, ambas tendencias han estado presentes a lo largo de la historia de las «ciencias del espíritu». Por una parte, desde la perspectiva iluminista se sostiene que la mente del ser humano [y por ende sus acciones] son «intencionalmente racionales». De este modo, en la razón se encuentra un estándar universalmente aplicable para juzgar tanto la validez de tales acciones, como la objetividad del conocimiento generado por esta razón. Por otra parte, desde la postura (neo)romántica se argumenta que la acción humana es expresiva, simbólica o semiótica: se subsume la estructura profunda al contenido de la superficie. Hay en tal postura un fuerte supuesto anti–normativo y anti–evolutivo [puede decirse que es cuasi–relativista].
En esta última vertiente es donde puede situarse el pensamiento de Geertz. De hecho, hace dos décadas que el mencionado autor percibía que «algo» estaba sucediendo con "el modo en que pensamos sobre el modo en qué pensamos". Desde su perspectiva, lo que se prefiguraba, en términos generales, era una transformación del pensamiento acerca de lo social. En este sentido, se vislumbraban, cuando menos, dos tendencias que daban rumbo a esta reconfiguración del mapa trazado por las ciencias sociales. La primera de estas tendencias planteaba la existencia de una convergencia de las distintas parcelas del conocimiento, lo cual tendía a difuminar las fronteras entre las distintas disciplinas de tales ciencias [interdisciplinariedad]. La segunda tendencia indicaba que buena parte de los científicos sociales se apartaban de un ideal de explicación con base en leyes universalistas y se acercaban a un ideal de casos e interpretaciones, "…buscando menos la clase de cosas que vincula planetas y péndulos y más la clase de cosas que conecta crisantemos y espadas" [hermeneia]
Para Geertz, en última instancia, la reconfiguración de la teoría social representa un «cambio monumental» en nuestra noción de lo que deseamos saber [y no tanto acerca del conocimiento que se genera]. Afirmar que los sucesos sociales poseen causas que los generan, y que las instituciones presentan efectos identificables claramente implica, más que «postular fuerzas y medirlas», «tomar notas e inspeccionarlas». Parafraseando a Geertz puede decirse que el nacimiento omniforme de esta reconfiguración del pensamiento social tiende hacia un cariz interpretativo. Este enfoque centra su atención en los significados de las instituciones, el sentido de las acciones, de las costumbres y de las tradiciones, entre otros factores. Aunque cabe señalar que para bien de las ciencias de la sociedad, existen otras estrategias de acercamiento al conocimiento de lo social, las cuales son cualitativamente distintas, pero igualmente válidas (i. e. estructuralismo, neopositivismo, neomarxismo, entre otros).
Ahora bien, Geertz equipara el surgimiento de la noción tradicional de «cultura» dentro de aquello que Susane Langer denomina como grande idée: ideas que «estallan en el paisaje intelectual» con un empuje tremendo. En su momento, estas ideas ayudan a resolver tantos problemas fundamentales que parecen ser la panacea que clarificará todas las cuestiones oscuras que se le plantean a la ciencia. Pero una vez que nos hemos familiarizado con la nueva idea, los usos reales de ésta se tornan más limitados. Al cabo de un tiempo, algunos pensadores comienzan a considerar los problemas que dicha idea ha generado, y tratan de probar su validez en distintos ámbitos del conocimiento. Si era valedera, se convierte en parte de nuestro «arsenal intelectual». Si esto es así —como parece afirmarlo Geertz—, en la actualidad la cultura se encuentra atravesada por este proceso de crítica o «re–dimensionamiento».
En este contexto, el objetivo de Geertz consiste en «reducir» el concepto de cultura [esta grande idée] a sus verdaderas dimensiones. Esto con el objeto de asegurar su permanencia e importancia dentro del campo de la antropología [y no tanto para debilitarla]. Para ello, el mencionado autor se deslinda de la idea [fecunda en su momento] que E. B. Tylor tenía acerca de la cultura ("aquel todo sumamente complejo"). En tal sentido [¿weberiano?], el punto de partida de Geertz indica que la cultura es un concepto semiótico: la urdimbre o trama de significaciones que el ser humano ha creado para y en su interacción. Así, el análisis de la cultura implicaría, más que la búsqueda experimental de leyes, un escudriñamiento de las significaciones de la acción colectiva. "Lo que busco —indica Geertz— es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie".
Desde este punto de vista, Geertz argumenta que el quehacer antropológico actual requiere de la elaboración de descripciones densas [leer la cultura como si fuese un texto]. De este modo, desde el análisis de la cultura se pretende «desentrañar» las estructuras de significación, así como determinar su campo social y el alcance de tales estructuras. Para ello, resulta crucial la elaboración de etnografías. En última instancia, Geertz argumenta que hacer etnografía es como tratar de leer un manuscrito extranjero, borroso, plagado de elipsis, de sospechosas enmiendas, escrito no en las grafías convencionales, sino en "…ejemplos volátiles de conducta modelada". De este modo, puede decirse que la descripción etnográfica presenta tres rasgos característicos: 1. Es interpretativa; 2. Lo que interpreta es el flujo del discurso social y; 3. La interpretación consiste en rescatar "lo dicho" en ese discurso y fijarlo en términos susceptibles de consulta. [Hay aquí un «aire de familia» con los argumentos expuestos por Gadamer a lo largo de su texto titulado Verdad y Método].
Ahora bien, es en este «fluir» de la conducta o del discurso social donde las formas culturales encuentran articulación. La cultura es, para Geertz, una serie de estructuras de significación socialmente establecidas, a través de las cuales el ser humano otorga sentido a sus acciones. De igual manera, la cultura es entendida —según el mencionado autor— como sistemas en interacción de signos interpretables. No es una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal los acontecimientos sociales. Por el contrario, la cultura es un contexto dentro del cual pueden describirse los acontecimientos sociales, los modos de conducta, las instituciones y los procesos sociales. Lo anterior, entre otras cosas, significa que es difícil hacer generalizaciones sobre el ser humano en tanto tal, salvo que éste es un animal en extremo variado. O por lo menos, que el estudio de la cultura en nada contribuye a revelar tales generalizaciones. "Lo que quiero decir —señala Geertz— es que ellas [las generalizaciones] no habrán de descubrirse mediante la búsqueda baconiana de universales culturales".
Desde mi punto de vista, los planteamientos de Geertz se inscriben en el intento de legitimar una perspectiva interpretativa del mundo de lo social. Pero en esta misma medida obligan a interrogarse acerca de cuestiones como la validez y la objetividad del conocimiento, derivados de un paradigma comprensivo/interpretativo que tiende al localismo y al relativismo. En última instancia, si se acepta que la interacción humana —y por ende la cultura— es un constante comprender e interpretar [lo que algunos llaman círculo hermenéutico]: cabe interrogarse sobre si interpretar y comprender el sentido de las acciones humanas [desde el mismo ser y estar humanos] es una vía válida y objetiva para el conocimiento de lo social/cultural, como parece aseverarlo Geertz. Podríamos preguntarnos, junto con James Clifford, acerca de ¿cómo es que la experiencia, no sujeta a reglas, se transforma en informe escrito autorizado? ¿cómo es que un encuentro transcultural puede ser circunscrito como una versión adecuada de "otro mundo" más o menos discreto, compuesto por un autor individual?
Con respecto a lo anterior, Mario Bunge ha criticado fuertemente los planteamientos sugeridos por autores como Geertz: los ha llamado «neorománticos, enemigos de la Ilustración». La antropología hermenéutica o interpretativa de Geertz —señala Bunge—, rehuye al método científico: le concede una importancia desmesurada al papel de los símbolos, evita el planteamiento de hipótesis profundas y se concentra en las minucias de la cotidianidad. Por ser de corte individualista y radical, así como por concentrarse en prácticas de la vida cotidiana como la conversación, el ritual y el entretenimiento, la antropología interpretativa admite abiertamente su indiferencia por los problemas de la estructura social. De hecho —insiste Bunge—, tal antropología se deslinda completamente de todo problema social: en la medida en que se concentra en lo individual, ignora todas las actividades y sistemas sociales importantes. ¿Por qué deberían considerarse científicos las gentes que únicamente registran hechos triviales, no tienen ninguna teoría de la que hablar y no creen en la verdad objetiva? ¿Por qué debería contar en la lista de los científicos cualquier otra cosa que no sea el número total de descubrimientos? —se interroga Bunge—.
Lo anterior es cierto en la medida en que existe un ámbito de la vida social que es objetual, racionalizable y susceptible de ser medido. Pero también es cierto que buena parte de la vida social transcurre «fuera» de ese ámbito y no es posible cuantificarla. No me refiero a aquella porción de la vida que es exclusiva del pensamiento [subjetivo] de los agentes actuantes, la cual constituye el campo de la psicología. Aludo a la vida social que el Uno «externa» frente al Otro a través del lenguaje, en la formación del fluir del discurso social. Ante esto, habría que preguntarle a Bunge cuestiones del tipo: ¿cómo analizar —con el método científico de las ciencias de la naturaleza, al que Bunge apela— un «objeto» que es escurridizo y cambiante? ¿Cómo acercarse al estudio, por ejemplo, de la ideología [cualquier cosa que esto sea] sino a través de este «fluir» de las formaciones simbólicas que la constituyen? Por supuesto que puedo medir cuántos Unos y cuántos Otros son los que se hablan; puedo contar cuáles son los mensajes que se emiten y cuál es la calidad de los mismos; puedo hacer incluso una serie de categorías y cortes con respecto a estas variables y derivar posiciones de dominación y subordinación. Pero, aún cuando más o menos estoy «sujetándome» a lo que podría llamarse método científico, hasta aquí sólo estoy describiendo una situación: estoy señalando algunas variables que inciden en el ámbito de la ideología. "Faltaría plantear hipótesis explicativas" diría Bunge. En este sentido, si entendemos hipótesis como «el establecimiento de relaciones entre las distintas variables que intervienen en un fenómeno dado»: al plantear tales hipótesis ¿ no estaríamos apelando a una forma de comprensión/interpretación cargada con la subjetividad del propio investigador?
En fin, con ello no me adscribo a una perspectiva geertziana radical, la cual señalaría que «la vida es un texto» y que, en última instancia toda interpretación es válida como conocimiento científico. Pero tampoco pretendo señalar, desde una distinción un tanto kantiana, que el método científico de las ciencias naturales es el más adecuado para estudiar la vida social o la cultura. En mi opinión es innegable que la(s) cultura(s) contemporánea(s) tiene(n) una trama compleja y plural. Tanto las múltiples aristas de problematización como los diversos lenguajes y proyectos en el estudio de lo social/cultural, permiten hablar de una reestructuración un tanto «posmoderna» de aquella visión determinista, lineal y homogénea característica del Iluminismo. Hoy podemos decir que existe una conciencia creciente en torno de perspectivas que consideran las diferencias y las diversidades, así como el surgimiento de formas subalternas de inscribir la realidad (i. e. género, ecología, juventud, música, futbol, telenovelas, carnaval, entre otros). En este sentido, se requiere entender la extrema dinamicidad de nuestra época como una serie de tensiones y transformaciones entre paradigmas científicos y culturales. Al mismo tiempo, es necesario cuestionar la idea de una metanarrativa única, sin negar con ello la existencia y legitimidad de diversos procesos globales y de regularidades —que no de leyes sociales unívocas—. Si con esto, más que hacer ciencia lo que hago es arte, entonces, para ser coherente conmigo mismo me gustaría terminar con el fragmento de una poesía de Luis Chaves, la cual, me parece, decanta en sus imágenes lo que quise decir a lo largo de este texto. Sustituyamos la palabra poesía por ciencia e imaginemos a un joven científico social dando sus primeros pasos:

Entre más sillas vacías que botellas.
Los poetas se acercan al micrófono con la derecha atrás.
La izquierda intenta calmar al papel enloquecido de pánico.
Nunca falta el señor erudito:
—éste no tiene unidad temática. Aquél formal
¿acaso ellos mismos no dicen: la vida es poesía?
¿será que la vida no llega en buen orden
sino a patadas y con espuma en la boca?
Para ellos es un asunto de métrica y reglas.
Como si la tristeza rimara.
O la soledad visitara en días pares.
No será que la poesía es esas sillas desiertas.
El tipo que bosteza en la mesa del fondo
El autobús que hay que alcanzar lanzándosele en frente
¿será llegar a una avenida después del carnaval?


Ræncoria

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