Mi versión sobre la pareja ideal.
Debo aclarar en principio que mi perspectiva es femenina y parte de experiencia propia.
En nuestra cultura tapatía (mocha para algunos, conservadora para otros y de doble moral para algunos más) nos entrenaron para ser amas de casa, esposas y madres. Crecimos con la idea de encontrar un príncipe azul que nos resolvería la vida y con el que viviríamos felices para siempre. Y ¿cuál fue el modelo ideal de ese príncipe? El primero es el que sale de los cuentos de hadas, por supuesto es un militar; el porte es importante, la apariencia, la seriedad y el uniforme impecable. Luego la apariencia física, como la mayoría de los cuentos de hadas es de origen europeo pues tendría que ser alto, rubio, fornido ah! Y si tiene los ojos de color azul mejor. Y después viene la otra característica, cómo va a resolvernos la vida, entonces tendría que ser rico, no importa si es heredero o trabaja por su cuenta, el caso es que tenga la situación económica resuelta.
Aquí empiezan los problemas, porque la situación económica nos remite a la clase social (entendida como aquella de origen aristocrático, donde el apellido y los antepasados tienen gran importancia para las familias), entonces se genera un gran conflicto con los posibles matrimonios entre sujetos de diferente clase social. Además porque la pareja ideal lleva aparejado el matrimonio, no el noviazgo o una simple relación, el matrimonio por todas las leyes.
La situación se torna aún más compleja, buscar un prospecto guapo, alto, rubio, fornido, ojos azules, de buena familia, de apellido de alcurnia, con situación económica resuelta y que además quiera casarse, uf! Es todo un reto.
Al enfrentarnos a la realidad encontramos que todas las características mencionadas no existen en una sola persona, inclusive hay sujetos que apenas tiene una o ninguna. Hasta aquí todos los elementos son construcciones sociales y culturales, pero los individuos aparte de formarnos socialmente también somos individuos diferentes unos de otros, con sueños, ilusiones, traumas y deseos muy individuales.
Y sucede que por fin encontramos a la pareja “ideal” y no se parece en nada a aquel galán que habíamos idealizado. Al contrario parece ser lo opuesto a lo que buscábamos. Nos preguntamos ¿qué sucedió?
Podríamos culpar al destino, a las hormonas, a la casualidad, a la costumbre, a infinidad de factores que surgen alrededor del encuentro de una pareja.
Pensando en este proceso y en mi experiencia, puedo interpretar que es una imbricación de todos los factores. Aunque me inclinó por darle un mayor peso a los factores subjetivos, que incluirían la dimensión emocional y afectiva, sin dejar de lado las hormonas. Sí, porque el amor se siente, se siente físicamente en el estómago y en cada centímetro de la piel; además de una condición muy importante, la percepción física y emocional es por parte de los dos sujetos, ya que si es unidireccional la relación no funciona.
También tenemos las expectativas, lo que esperamos uno del otro. La primera expectativa tiene que ver con la correspondencia, es decir, con que el otro sienta, exprese y comparta emociones, deseos, visiones futuras y planes de vida. Ahí empieza a darse el complemento entre dos sujetos distintos, no iguales, sino complementarios.
Por lo expuesto, es que creo que la pareja ideal buscada en función de ideas construidas socialmente no funciona, considero que la búsqueda debería ser más espontánea, más abierta, sin condicionamientos ni limitaciones más allá de lo que llene nuestras expectativas.
Y termino con la idea de que si nos diéramos oportunidad de ver la vida con una visión más abierta, permitiéndonos sentir, le devolveríamos algo de la humanidad perdida al hombre actual, al hombre globalizado, al hombre virtual que ha cambiado un beso por un e-mail.
Por Heda
En nuestra cultura tapatía (mocha para algunos, conservadora para otros y de doble moral para algunos más) nos entrenaron para ser amas de casa, esposas y madres. Crecimos con la idea de encontrar un príncipe azul que nos resolvería la vida y con el que viviríamos felices para siempre. Y ¿cuál fue el modelo ideal de ese príncipe? El primero es el que sale de los cuentos de hadas, por supuesto es un militar; el porte es importante, la apariencia, la seriedad y el uniforme impecable. Luego la apariencia física, como la mayoría de los cuentos de hadas es de origen europeo pues tendría que ser alto, rubio, fornido ah! Y si tiene los ojos de color azul mejor. Y después viene la otra característica, cómo va a resolvernos la vida, entonces tendría que ser rico, no importa si es heredero o trabaja por su cuenta, el caso es que tenga la situación económica resuelta.
Aquí empiezan los problemas, porque la situación económica nos remite a la clase social (entendida como aquella de origen aristocrático, donde el apellido y los antepasados tienen gran importancia para las familias), entonces se genera un gran conflicto con los posibles matrimonios entre sujetos de diferente clase social. Además porque la pareja ideal lleva aparejado el matrimonio, no el noviazgo o una simple relación, el matrimonio por todas las leyes.
La situación se torna aún más compleja, buscar un prospecto guapo, alto, rubio, fornido, ojos azules, de buena familia, de apellido de alcurnia, con situación económica resuelta y que además quiera casarse, uf! Es todo un reto.
Al enfrentarnos a la realidad encontramos que todas las características mencionadas no existen en una sola persona, inclusive hay sujetos que apenas tiene una o ninguna. Hasta aquí todos los elementos son construcciones sociales y culturales, pero los individuos aparte de formarnos socialmente también somos individuos diferentes unos de otros, con sueños, ilusiones, traumas y deseos muy individuales.
Y sucede que por fin encontramos a la pareja “ideal” y no se parece en nada a aquel galán que habíamos idealizado. Al contrario parece ser lo opuesto a lo que buscábamos. Nos preguntamos ¿qué sucedió?
Podríamos culpar al destino, a las hormonas, a la casualidad, a la costumbre, a infinidad de factores que surgen alrededor del encuentro de una pareja.
Pensando en este proceso y en mi experiencia, puedo interpretar que es una imbricación de todos los factores. Aunque me inclinó por darle un mayor peso a los factores subjetivos, que incluirían la dimensión emocional y afectiva, sin dejar de lado las hormonas. Sí, porque el amor se siente, se siente físicamente en el estómago y en cada centímetro de la piel; además de una condición muy importante, la percepción física y emocional es por parte de los dos sujetos, ya que si es unidireccional la relación no funciona.
También tenemos las expectativas, lo que esperamos uno del otro. La primera expectativa tiene que ver con la correspondencia, es decir, con que el otro sienta, exprese y comparta emociones, deseos, visiones futuras y planes de vida. Ahí empieza a darse el complemento entre dos sujetos distintos, no iguales, sino complementarios.
Por lo expuesto, es que creo que la pareja ideal buscada en función de ideas construidas socialmente no funciona, considero que la búsqueda debería ser más espontánea, más abierta, sin condicionamientos ni limitaciones más allá de lo que llene nuestras expectativas.
Y termino con la idea de que si nos diéramos oportunidad de ver la vida con una visión más abierta, permitiéndonos sentir, le devolveríamos algo de la humanidad perdida al hombre actual, al hombre globalizado, al hombre virtual que ha cambiado un beso por un e-mail.
Por Heda
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